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Menos ladrillo y más inteligencia

La frase es del vicepresidente económico del Gobierno, Pedro Solbes: "Menos ladrillo y más inteligencia". La economía española necesita un reequilibrio basado en el valor añadido de las sólidas ideas, oportunidades y generación de riquezas no volátiles que se derivan de las actividades vinculadas a la sociedad y economía del conocimiento. El objetivo no es nuevo, fue claramente establecido en la famosa cumbre de Lisboa de 2000, en la que se señaló como esencial la convergencia en el PIB europeo de la investigación, el desarrollo y la innovación para que Europa sea económica y socialmente competente en el siglo XXI.

Para conseguirlo es indispensable una creciente y sostenida inversión pública y privada en inteligencia y talento estrechamente ligados a la educación de la población y a la promoción de la investigación y de la innovación científico-tecnológicas. Pero no es suficiente, la sociedad ha de acompañar esta política y ha de entender que vale la pena el esfuerzo de aprender, reciclar e invertir en conocimiento. Sobre todo la juventud que se aleja de las vocaciones científicas en busca de opciones profesionales más rentables a corto plazo, pero sin un horizonte de mejora y progresión social. La reacción en cadena I+D+i necesita el catalizador de una cultura ciudadana que entienda lo que significa ciencia y conocimiento.

La divulgación científica es una de las 10 líneas programáticas del Plan Estratégico del Sector Cultural de Barcelona

Así surgió el compromiso en el pleno municipal de Barcelona de dedicar el año 2007 a la ciencia y a la cultura científica, una iniciativa que, como ocurrió también en 2005 con el Año del Libro y de la Lectura, ha sido impulsada asimismo en toda España. El Congreso de los Diputados dio su apoyo unánime a una proposición no de ley para declarar un Año de la Ciencia y el Gobierno español le dio la máxima proyección al nombrar presidenta de la comisión coordinadora a la vicepresidenta política, María Teresa de la Vega.

¿Balance? Unos 4.000 actos en toda España y unos 500 sólo en Barcelona, ciudad que una vez más ha demostrado la importancia de su tejido social y asociativo. Más de 250 entidades de todo tipo han constituido el consejo promotor que ha impulsado la iniciativa desde el Instituto de Cultura de Barcelona, coordinada por el Comisionado de Cultura Científica del Ayuntamiento de Barcelona. El análisis de los aspectos cualitativos necesitará más tiempo y una cierta perspectiva; sin embargo, podemos avanzar el éxito de dos factores nuevos que se han sumado a la ya tradicional y sostenida actividad divulgativa científica en Cataluña: la incorporación y consolidación de nuevos espacios, como las bibliotecas públicas y el céntrico Palau Robert, y el llevar la oferta allí donde está buena parte de un público potencial nuevo -como es el caso de las propias bibliotecas- y no esperar, como ha sido tradicional con la divulgación de las ciencias, que el público acuda a los lugares habituales de este tipo de oferta cultural. Sin embargo, incluso en este caso también se ha notado la influencia del Año de la Ciencia ya que Cosmocaixa ha experimentado un incremento de medio millón de visitantes con respecto al año anterior.

Por otra parte, establecer la divulgación científica como una de las 10 líneas programáticas del Plan Estratégico del Sector Cultural de Barcelona consolida definitivamente a la difusión de las ciencias como una parte importante de la política cultural de esta ciudad, que en este aspecto también ha demostrado ser innovadora. Pocas ciudades europeas han incorporado la ciencia a sus programas culturales, aspecto que ha merecido el reconocimiento de la Comisión Europea, que apoya el proyecto Ciudad y ciencia, nacido en Barcelona, que con este motivo decidió convocar un relevante Foro Europeo de Periodismo Científico en la Universidad Pompeu Fabra el pasado mes de diciembre.

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La cruz ha sido la negativa del vicepresidente económico para que el Año de la Ciencia pudiera contar con desgravaciones fiscales que hubieran permitido incorporar a mucha más iniciativa privada al proyecto. Parece incomprensible que muchas actividades deportivas merezcan un trato que les permite contar fácilmente con patrocinadores que simplemente hacen publicidad y, en cambio, la promoción de la inteligencia, que el propio vicepresidente Solbes pide, no merezca este tratamiento. ¡Una clara contradicción política! Tampoco ha ayudado que 2007 haya sido un año electoral (en el ámbito municipal, con los cambios que ha comportado) y preelectoral (en el ámbito estatal). La cultura -es bien sabido- siempre queda arrinconada en esas situaciones. Por último, el mundo universitario, uno de los protagonistas esenciales de la actividad divulgativa, ha estado presente con sus muchos y buenos protagonistas de la divulgación, pero políticamente sigue convulso por su dura lucha con la Generalitat para un mayor reconocimiento y adecuación a los tiempos que corren.

Sea como sea, la difusión de la cultura científica ha alcanzado este año su mayoría de edad en el marco político y se ha abierto un camino que debe llevarla a formar parte de los programas culturales a todos los niveles, como ocurrió en su día con la génesis y evolución de la preocupación y el movimiento medioambiental. No ha sido casualidad, por tanto, que uno de los últimos actos del Año de la Ciencia haya sido el reconocimiento público a Ramon Margalef con el sencillo acto de homenaje que supuso colocar una placa conmemorativa en la casa en que vivió uno de los grandes padres de la ecología moderna.

Vladimir de Semir es comisionado de Cultura Científica del Ayuntamiento de Barcelona.

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