El PSC decisivo
Desde el siglo XIX, la izquierda catalanista ha encabezado la construcción de un Estado español democrático y federal, así como la resistencia a unas derechas autoritarias, centralistas y antidemocráticas. De los primeros federalistas a Pasqual Maragall, de los republicanos de Macià y Companys al PSC del cordobés catalán Montilla, pasando por el partido de Reventós y Obiols, el catalanismo de izquierda ha sido fiel a esos dos proyectos inseparables, los cuales, a su vez, parten de otro aún más importante: la justicia social y la igualdad en la dignidad material y espiritual de todas las personas, sea cual sea su sexo, raza, nación o creencias. En esa fidelidad, la izquierda catalana del siglo XX frenó el golpe militar de 1936, dirigió la resistencia antifranquista durante 40 años, lideró las primeras elecciones democráticas de 1977, orientó la Constitución vigente hacia una Monarquía republicana y un Estado practicamente federal, llevó al PSOE al poder en 1982 tras la intentona golpista del 23-F, disparó hasta el último cartucho en 1996 para que Aznar no llegase a mandar y fue el principal impulsor en votos para echar al PP el 2004 tras una legislatura ominosa, culminada el 11-M con la mayor indecencia moral. La gran victoria del domingo pasado, que mantiene a Rodríguez Zapatero frente a la continua agresión de los neofranquistas, demuestra de nuevo el liderazgo decisivo en España de una Cataluña popular, progresista, reproductora con éxito del "no pasarán" en cada época de lucha democrática. Al lado del apoyo unánime de todas las ciudades y villas catalanas al PSC zapaterista, las maniobras, insidias y acusaciones de la derecha seudonacional se han demostrado, como siempre, inútiles y perdedoras. CiU sigue instalada en su fracaso electoral de 2004, y los votos del PSC, decisivos para que Zapatero no tenga que ceder al chantaje anti-Montilla o anti-Hereu, hacen inviable la pretendida capacidad decisoria del supuesto "centro" catalán. Aquí no hay otra mayoría catalana con poder de decidir en las Cortes españolas que el PSC y la Entesa catalanista del Senado. No hay más centro y centralidad que el PSC. La campaña de José Zaragoza se ha basado en la realidad. El miedo al neofranquismo está más que justificado. Votar para que "ellos" no vuelvan. Todo voto en ese sentido era voto útil. El PSC no ha robado votos a sus compañeros de izquierdas. Les ha dado eficacia segura al servicio del proyecto progresista común. Por eso el tripartito no se romperá como aspira la derecha. Zapatero no puede consentirlo tras el decisivo apoyo logrado y además la rivalidad nacionalista, dentro y fuera de CiU, no lo permite. El éxito del presidente Montilla en el Gobierno catalán y en su influencia sobre el PSOE es personal. Ha demostrado ser el catalán más emprenyat de todos y ha tirado por tierra ese bulo mítico ideado por la derecha. Las supuestas "víctimas" de Zapatero y Montilla (apagones, cercanías, AVE, Sagrada Familia, etcétera, etcétera) han votado mayoritariamente socialista. Tampoco han caído en la demagogia populista del PP y CiU en el terreno de la xenofobia. Los votos de los barrios más afectados hablan claro. En Ciutat Vella, núcleo del abstencionismo y la multicultura, el PSC logra el 49,4%, a sólo una décima de Sant Andreu, donde ha sido el más votado. En comarcas, un feudo tradicional de CiU, Sant Feliu de Codines (donde, por cierto, he tenido el honor de votar por primera vez) es la población en la que el PSC ha dado el mayor porcentaje victorioso de toda Cataluña: ha ganado 15 puntos con relación al año 2004.
Confío en que la Cataluña 'roja' siga siendo la gran fortaleza decisiva frente a las ignominias del pasado
Pero el PSC no puede cantar una victoria definitiva en el próximo tiempo. Su política, progresista y catalanista, sigue en peligro, igual que la de Zapatero. Es tremendo comprobar que, pese a su merecida derrota, el PP ha logrado, con su estrategia de mentir y crispar, 300.000 votos más que hace cuatro años y que le han votado más de diez millones de españoles. Avanza en varias autonomías y se apresta al asalto final (a la tercera va la vencida), imagino que con estrategia muy similar por el éxito alcanzado aplicando uno por uno los principios propagandísticos de Josef Goebbels: excitar pasiones primitivas, achacar al enemigo los propios defectos, repetir mil veces una mentira para que parezca verdad, provocar odio y fomentar la abstención electoral. La España azul y la roja siguen enfrentadas. Viendo la fidelidad histórica de la Cataluña roja, confío en que siga siendo en el futuro próximo la gran fortaleza decisiva frente a las ignominias del pasado.
J. A. González Casanova es catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.