El municipio donde muchos se abstienen a la fuerza
Fresnedillas de la Oliva, un pueblo recóndito en la sierra de Guadarrama, tiene la proporción de inmigrantes más alta de toda la región. Ayer no lo parecía, a juzgar por el panorama que había junto a la Casa de la Cultura, el único colegio electoral del municipio. Parejas, familias y personas solas se acercaban a votar. Todos, españoles.
"Son mis primeras elecciones", dice Mohammed, español desde hace tres años
Los extranjeros no habían desaparecido. Estaban a dos calles, charlando delante de la biblioteca. Jauud Isham, de 23 años, voceaba a quién daría su voto. "A Izquierda Unida, lo digo de verdad. Me gusta mucho", explicaba muy serio, mientras uno de sus amigos ironizaba a sus espaldas: "Yo votaría al PP, a ver si así nos echan a todos de España". Sael, de 17 años, pasa de la política. "No quiero votar. Ninguno hace nada, sólo buscan sus propios intereses".
Pero estos jóvenes marroquíes hablaban de una situación hipotética, porque los extranjeros no pueden votar en las elecciones generales. Sólo pueden hacerlo en las municipales si, amén de estar censados, tienen una nacionalidad comunitaria. Lo que en Fresnedillas significa que más de la mitad de la población no estaba ayer llamada a votar. Sólo 684 personas (47,5% de la población), de los 1.439 habitantes estaban ayer convocados. 557 de ellos, un 82,7%, votaron y a diferencia de hace cuatro años, cuando el PP superó al PSOE por apenas cinco votos (217 a 212), los populares obtuvieron ayer una holgada victoria por 102 votos de diferencia (293 a 191).
En el pueblo conviven 24 nacionalidades. Todas juntas forman el 42% de la población empadronada (frente al 16,3% de media de inmigrantes en la región). La mayoría es marroquí. Unos 150 extranjeros más viven en la localidad sin empadronar, según estimaciones municipales.
"Pobrecitos, yo no entiendo mucho, pero me dan pena. No sé por qué no pueden votar". Es la opinión de Olaya de Plaza, una mujer de 80 años que lleva "toda la vida en el pueblo". Ayer acudió a votar con su marido. En la mesa, una interventora de IU, Marisa López, compartía su postura. "Los inmigrantes tendrían que poder votar, es un derecho para todos", defendía.
También frente al colegio electoral, Mohamed Achebar, de 42 años, se preguntaba tímidamente: "El voto es secreto, ¿no?". No quería decir su elección por miedo a que "algún vecino se enfadara". Él y otros tres ciudadanos de origen marroquí, sí pudieron votar ayer. "Son mis primeras elecciones generales", presumía. Hace tres años que es español, tras "20 años aquí".
Mohamed defiende que inmigrantes y españoles tengan los mismos derechos. Pero el de voto no le preocupa demasiado. Está consternado por el problema del empadronamiento. "Es muy fuerte, me parece fatal lo que está pasando". Se refiere a la decisión del alcalde, Antonio Reguilón (PP), de no empadronar a los inmigrantes sin contrato de trabajo. "Es ilegal, no puede hacerlo", se lamentaba Mohamed. Para Reguilón, es necesario: "Tenemos muchos inmigrantes. Lo único que les pido es una propuesta de trabajo para saber a qué vienen aquí". Pero su exigencia choca con la ley.
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