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ELECCIONES 2008
Columna
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Derrota y deconstrucción

El principal efecto que tendrá en Galicia la derrota de Rajoy es que asistiremos a la lenta deconstrucción del Partido Popular tal y como lo hemos conocido durante dos décadas. Dada la estructura de partidos existente en Galicia es casi imposible que el Partido Popular vuelva a alcanzar la mayoría absoluta en el Parlamento autónomo desde la oposición. Sin embargo, si Rajoy hubiese ganado estas elecciones la conjunción entre el BOE, los Presupuestos del Estado y cierta infantería mediática que encontraría abrevaderos disponibles en ambos lugares, le daría armas a los conservadores para intentar deshacerse del Gobierno bipartito.

El que eso no haya sucedido, que el PSdeG avance posiciones y el BNG se mantenga en lo fundamental, vuelve a remachar el clavo. Estamos ante un ciclo largo en el que, previsiblemente, los conservadores no tocarán poder en Galicia. Atrincherados en las Diputaciones de Ourense y Pontevedra y en su menguado poder municipal intentarán mantener el tipo. Pero sucede que el electorado es quisquilloso y difícil de mantener y que, según nos recuerda Robert Burton, el vulgo tiende a ofrecer su amistad por interés. Siendo así las cosas, lo previsible es que el PP baje su número de diputados en el Parlamento Gallego en las próximas elecciones autonómicas y que tanto PSdeG como BNG intenten entrar a degüello en su electorado.

El gran vencedor es el PSdeG que puede ver en estas elecciones llegar a ser el primer partido

Si el PP llegó casi a identificarse con Galicia, a parecer la más genuina representación del país, y a generar enormes efectos de arrastre, creando a su alrededor clientelas que parecían comportarse conforme a la Ley de Gravitación Universal, que establece que la mayor masa atrae a los cuerpos más pequeños, ese momento ha pasado y para no volver. Los populares están comprobando el sabor amargo de su propia medicina.

La línea de derecha extrema que se difunde desde Génova 13, y que veremos si conoce una inflexión desde hoy, no se adecua al espíritu del país, que es conservador, pero enemigo de los excesos. Esa fusión entre nacional-catolicismo y liberalismo anglosajón, tan del gusto de las gentes del barrio de Salamanca, no es muy creíble en Galicia, un país distante de las convicciones fuertes. Si el PPdeG se atrinchera en esa posición, renuncia a negociar un nuevo estatuto y propicia guerras lingüísticas cabe que mantenga fuertes dosis de apoyo en el electorado urbano de clases medias recientes que ven en ese partido la realización imaginaria de su deseo de establecerse, pero alejará la hora de ejercer el poder.

El gran vencedor de la jornada ha sido el PSdeG que puede ver en estas elecciones la promesa de llegar a ser el primer partido del país. La lenta erosión del PPdeG y un BNG que da la impresión de estar asumiendo su condición de partido bisagra son un regalo para un partido que no ha elaborado nunca un discurso propio y que ha vivido de las rentas del ciclo estatal. Su acceso al poder en el seno del Gbierno bipartito y la actual victoria de Zapatero, en una legislatura que se promete más tranquila que la anterior, le dan, sin embargo, la oportunidad de mirar adelante con perspectiva.

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Pero está por ver que eso sea así. Pérez Touriño cultiva un estilo presidencialista, despreocupado de lo que venga después en su partido. Y se dice que ciertas gentes del aparato, reforzadas por la victoria de Zapatero, ven en él a un segundo Maragall: alguien a quién "els capitans" pueden descabalgar en un cierto momento. Es una situación muy parecida a la de Quintana en el seno del BNG. Mientras ambos aseguren el éxito, y puedan repartir cargos, verán su gestión revalidada, pero si flaquean en el empeño serán puestos en cuestión. Pérez Touriño y Quintana se necesitan. Ambos tienen que defenderse de sus respectivos partidos. Eso es una inesperada garantía de estabilidad para el bipartito.

El BNG es el partido que lo tiene más difícil, aunque a tenor de los datos ha sabido aguantar el tirón, lo que alivia sus tensiones internas. No debería ser así estando en el Gobierno, pero necesita ser muy cuidadoso con los tiempos. Necesita no perder a sus propios electores. que pueden estar desencantados con la falta de resultados tangibles de sus políticas desde el punto de vista de un nacionalismo progresista, tampoco a aquellos otros que emigraron al PSdeG pero que pueden retornar cuando cambie el ciclo.

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