Todo al blanco o negro
El líder socialista ha apostado por exacerbar el contraste con Rajoy
Cuando José Luis Rodríguez Zapatero subía cada mañana y cada tarde al avión alquilado por su partido a la empresa Gepstair, con destino al mitin diurno y nocturno, el ritual se repetía. Preparación de los mensajes nuevos, pinceladas locales para demostrar conocimiento del lugar, recordatorio de lo hecho por el gobierno central en la provincia y en la comunidad autónoma, y compromiso de nuevas realizaciones.
A la vuelta cada noche a su residencia en el Palacio de la Moncloa, picoteaba, a modo de cena, tortilla de patata y embutidos, con una satisfacción infinita y cada día un poco más delgado, como observaba el médico que forma parte de la pequeña comitiva que le acompaña.
No le importaba el esfuerzo ante la alegría de comprobar la capacidad de movilización de su partido, que ha superado en mucho la registrada hace cuatro años, cuando él aspiró por primera vez a la presidencia del Gobierno.
En sus desplazamientos de avión comentaba la fortaleza de su organización con Angélica Rubio, directora general de Coordinación Informativa, y con Carlos Hernández, director de Comunicación del PSOE. Junto a ellos sólo viajaban, además del médico y la enfermera, el ayudante del presidente y las personas de seguridad. Estos actos de familia o de tribu han servido de marco para que el candidato desplegara los objetivos que se marcó desde el primer día de campaña. Con pequeñas modulaciones, no ha modificado un ápice la estrategia decidida. Zapatero ha buscado todos los días la comparación con su adversario y ha exacerbado el contraste cuanto ha podido. Por toda España ha trazado un cuadro de sí mismo y de su proyecto nutrido de títulos como progreso, convivencia, libertad y las dos manos tendidas a los más débiles, "a los que no tienen de todo". Junto a las proclamas, el recordatorio de políticas concretas, a fin de exhibir que su gobierno "ha cumplido".
En la otra cara de la moneda situaba a Rajoy y al PP. Con ellos vendrán "el retroceso, el enfrentamiento y los privilegios". O blanco o negro. Y en el intento de probarlo, el presidente ilustraba sus premoniciones con el recordatorio del comportamiento del PP en el Parlamento y en la calle durante estos cuatro años. Esa estrategia se adaptó al formato de los dos cara a cara pero el objetivo era el mismo.
Buscar el contraste, con la técnica de lanzar una oferta y seguir con un ataque por "la obstrucción" a toda política "de avance". Siempre en busca del contraste. "La derecha dice que los camareros de ahora ya no son como los de antes. No se ha enterado de que se acabó el ordeno y mando, que se acabó el servilismo, que en España ya nadie tiene que agachar la cabeza; no dejéis que nadie os mire por encima del hombro". Esta proclama surtía un efecto desbordante, junto a su compromiso de que siempre estará "al lado de los débiles" y combatirá "toda forma de sometimiento". En España "nadie puede imponer su moral y sus creencias, hay libertad para amar a quien se quiera, para casarse o descasarse". Estas afirmaciones hacían furor especialmente entre los jóvenes, a los que ha apelado con insistencia recordándoles que su primera medida fue traer a los soldados españoles de Irak.
Y más becas, y ayudas a la vivienda, y una educación de calidad, y la subida de pensiones...
Durante toda la campaña ha lanzado mensajes a los potenciales votantes de IU y de las izquierdas nacionalistas. Así ha sido durante veintiún mítines. Uno ha quedado sin hacer, el último, en Madrid. Los partidos en liza guardaron luto porque ETA había matado al socialista Isaías Carrasco en Mondragón.
Actos y kilómetros
- Los mítines. Zapatero ha recorrido en esta campaña 13.547 kilómetros y ha protagonizado 21 mítines en 15 provincias.
- El momento. El abrazo con Felipe González en el Palau Sant Jordi ante la aclamación de 20.000 personas hubiera sido el momento más emotivo de la campaña, si no hubiera irrumpido ETA. Al final fue el rostro de Zapatero cuando Manuel Chaves le comunica en Málaga que un socialista ha sido tiroteado.
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