El regreso
Observada con la perspectiva que da el tiempo, la campaña del PP ha consistido en mostrarse duro los lunes, miércoles y viernes, y blando los martes, jueves y sábados (los domingos, Aznar). Lo que se resume en decir una cosa y su contraria en intervalos muy cortos de tiempo. Ahí está Ana Mato, que con cinco minutos de diferencia aseguró que los niños andaluces eran y no eran analfabetos. O Gabriel Elorriaga, que afirmó con idéntico aplomo que la estrategia del PP consistía en favorecer la abstención y en estimular la participación. El mismo Rajoy se fotografió besando a una mujer africana al poco de haber metido el dedo en el ojo a los inmigrantes. Todo ello por no citar a Aznar, que en un mitin pidió el voto para Rajoy tras reconocer que quizá no entusiasmaba, o a Pizarro, que se hizo multimillonario durante la misma legislatura en la que la economía, según su autorizada opinión, fue un desastre sin paliativos. Pura ducha escocesa.
Esta actitud, que les ha hecho oscilar entre la caricatura de la extrema derecha y la de la socialdemocracia, recuerda la de aquellos escritores que, convencidos de que el best seller tiene fórmulas fácilmente aplicables, fracasan de forma minuciosa con novelas en las que han incluido un 40% de la historia de Roma, un 30% de sexo, un 15% de aventuras, un 8% de sintaxis y un 7% de excipientes. Los best sellers, como los libros de culto, salen de manera espontánea o no salen. Dicho esto (y recordando que el excipiente es una sustancia inactiva usada en farmacia para incorporar el principio activo), conviene añadir que el mayor error del PP ha sido el de colocar a Rajoy, que era puro excipiente, como la parte activa de esa pócima que ha intentando colocar sin éxito al electorado. A partir del martes, Gallardón, el regreso. Venta de entradas en Génova, 13 y Ayuntamiento de Madrid.
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