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Análisis:PUNTO DE OBSERVACIÓN | ELECCIONES 2008 | Los mítines
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Todo el escenario para ellos

Soledad Gallego-Díaz

La campaña que está a punto de terminar ha sido una de las más personalizadas que han realizado el PSOE y el Partido Popular en las últimas décadas. Ni Felipe González ni José María Aznar (por poner dos ejemplos, contrapuestos, de dirigentes políticos que tuvieron un enorme protagonismo en sus respectivos partidos) fueron a unas elecciones tan "solos" como han ido en esta convocatoria José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. En las últimas campañas de Aznar, buena parte de la cartelería popular se reservaba para Rodrigo Rato (una imagen muy divulgada siempre, por lo menos en Madrid). Es verdad que Rajoy no hubiera podido contar, ni aunque hubiera querido, con la imagen de Manuel Pizarro, que quedó bastante deteriorada tras su encuentro con Pedro Solbes. Pero la cuestión es que el candidato popular no ha jugado en absoluto con una imagen de equipo o grupo, ni tan siquiera con la percepción de un número dos, potente y sólido, un papel que jugó en el PP en bastantes ocasiones Francisco Álvarez Cascos y que en estas elecciones ha desaparecido por completo. Quizás porque no podían desempeñarlo los supuestos "herederos" de Cascos, es decir Ángel Acebes o Eduardo Zaplana, muy contaminados por su actuación respecto al 11-M.

Ni González ni Aznar fueron tan solos a unas elecciones como Zapatero y Rajoy
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En el caso del PSOE, la "soledad" de Zapatero es igualmente llamativa. Es cierto que Pedro Solbes marcó el inicio de la campaña, pero también que desapareció pronto de primera línea, para dejar todo el escenario al propio candidato. El PSOE tampoco ha jugado en estas elecciones con la imagen de un número dos. El teórico papel que podía haber desempeñado en ese sentido la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega quedó rápidamente olvidado por su exclusiva dedicación a Valencia. (Nada que ver, por ejemplo, con la función que desempeñaba Alfonso Guerra en las campañas electorales socialistas, aunque se presentara por Sevilla y no por Madrid).

Es posible que los dos debates televisados cara a cara hayan enfatizado todavía más esa personalización absoluta, pero también es posible que simplemente responda a la estrategia de los propios interesados.

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