Los sordos también quieren hablar de política
El colectivo, 11.500 personas en Galicia, critica la falta de intérpretes en el debate de TVG y en muchos mítines
El jueves pasado, los sordos fueron "en masa" al mitin de ZP en Riazor. Se había corrido la voz de que iba a haber intérprete y no podían perderse la ocasión. A los sordos gallegos -72.000 personas con problemas de audición pero sólo 11.527 con certificado de minusvalía en la comunidad- les interesa muchísimo la política. Como las radios no les valen y las televisiones no suelen tenerlos en cuenta en los informativos, cuando toca campaña se encuentran siempre con el mismo problema. "¿Y ahora a quién votamos?"
María José Gómez, secretaria de la Agrupación Comarcal de Xordos de Santiago, cuenta que muchos de los suyos llegan a su cita con las urnas haciéndose la eterna pregunta. "Antes, los sordos votábamos al partido que nos decían nuestros padres", explica Gómez, "pero ahora vamos enterándonos un poco más, y queremos decidir por nosotros mismos; claro que los políticos no nos lo ponen fácil". Los sordos gallegos no estuvieron entre los 737.000 telespectadores que conectaron con la gallega durante el debate entre Quintana, Touriño y Feijóo. Bueno, en realidad sí conectaron, pero en cuanto vieron que no había un cuadratín al margen con una mujer (siempre es mujer) traduciendo a lenguaje de signos, ni tan siquiera subtítulos traducidos "malamente y a destiempo" como ocurrió con el primer debate entre Zapatero y Rajoy, los sordos se pasaron al fútbol.
Para decir Corina Porro, los sordos hacen como si fumasen un canuto
Fueron "en masa" al mitin de ZP porque sabían que había intérprete
Los sordos gallegos hablan castellano: lo que aprenden en las asociaciones
En una comunidad autónoma en la que sólo trabajan 20 intérpretes de signos para dar servicio a todas las instituciones, todos los centros educativos, todos los hospitales y todos los juzgados, la TVG se olvida de los sordos, igual que los políticos en la mayoría de sus mítines. Pero los sordos, que ya están acostumbrados a expresarse por escrito cuando van a Urgencias, a la charcutería, a denunciar un robo o a pagar una multa, hablan entre ellos de asuntos de Estado, de competencias autonómicas, de empleo, de trenes que no llegan, de terrorismo o de esa crisis que algunos llaman desaceleración y que en lengua signada se expresa dibujando una grieta o un rayo. Y les hace gracia que ahora toda la España que sí oye haya aprendido a decir ZP en lenguaje de signos, sin preocuparse mucho de cómo se dice Rajoy.
Pues Rajoy, como es de esperar, se dice pintando una media barba con la mano derecha (la derecha manda, en lenguaje de signos), de la oreja al mentón. "¿Y Llamazares? ¿Cómo se dice Llamazares?" Llamazares, cuenta María José Gómez, "no tiene signo, porque sólo los políticos protagonistas lo tienen". La grisura condena al deletreo a los candidatos. Al principio, todos los personajes que son noticia se expresan así, pero con el tiempo, para los nombres que más se repiten, los sordos terminan encontrando un gesto que, con el boca a oreja, o el mano a ojo, enseguida se propaga y alcanza la categoría de convención.
El símbolo de ZP triunfó enseguida. Sus cejas de tilde circunfleja son tan diferentes a todas las demás que en cuatro días se convirtieron en signo. Con Rajoy tampoco hubo duda. Hay más políticos barbudos, pero los sordos, que son grandes fisonomistas, tienen gestos suficientes como para distinguir unas cuantas modalidades de pelo facial.
Y en Galicia también lo tuvieron fácil. Quintana, otro barbudo, tiene un hollito a lo Kirk Douglas en la barbilla, y ese rasgo es el que señalan los sordos con el pulgar. Feijóo, con su nariz imposible, se resolvió acuñando un tabique ganchudo con el índice. Y Touriño, que siempre resulta el personaje más difícil para las caricaturas al no tener rasgos especiales, salvó la cuestión con el apellido. Cuando quieren decir Touriño, los sordos simulan una cornamenta con la mano derecha y agitan la mano cerca de la frente pero sin tocarla.
El apellido también determina el apelativo del alcalde de Santiago o la ex alcaldesa de Vigo. Para decir Bugallo, los sordos hacen un cruce entre "bruja" y "gallo" y pintan con la mano una nariz muy larga y muy corva cuya punta termina picoteando en la palma izquierda a la altura del pecho. Y para decir Corina Porro, los sordos se llevan la mano a la boca agarrando con todos los dedos un canuto imaginario. Fraga, en cambio, se indica tensando unos tirantes invisibles. Y Beiras, recordando aquel cabreo suyo del año 93: con la mano abierta, los sordos dan un golpe, simulando el famoso zapatazo en la mesa del nacionalista.
Por cierto, que los sordos gallegos (y a pesar de las variedades regionales e incluso familiares, que también las hay) hablan todos en castellano, que es lo que aprenden en las asociaciones. En la pasada legislatura, el Estado reconoció las lenguas de signos de España, pero como tales sólo existen la castellana y la catalana. Los sordos no hablan de galescolas. Sólo dicen "guardería".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.