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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El viajero interior y la música

Recuerdo la impresión que el libro de Llibert Tarragó me produjo cuando salió en francés el año pasado. Descubrí cosas que, como la carta perdida del cuento, no había percibido por estar precisamente en su sitio. El carillón de la Generalitat, por ejemplo. Es una de las miniaturas de El puzle català (La Magrana lo acaba de traducir), un mosaico elaborado con delicadas y a menudo absorbentes piezas narrativas y mucha música. Así es la música que toca, a las doce y cuarto del mediodía y a las seis y cuarto de la tarde, la carillonista Anna Maria Reverté. Suena cada día laborable, de lunes a viernes, y algún sábado también. Vaya. Como dice el verso de Gil de Biedma, los días laborables tienen razón. Si el carillón no suena, es que es día festivo.

Les invito a que lean a Tarragó y su encuentro con Anna Maria Reverté en lo más alto de la plaza de Sant Jaume, y por mi parte les doy datos del carillón. La sutileza de su intérprete y de sus sonidos es el positivo de su peso y complejidad. Tiene 49 campanas, pesa casi cinco toneladas de bronce, su teclado y el pedal son manuales, su nombre es Catalunya y fue construido por Petit & Fritsen en Aarle-Rixtel, Holanda. Fue inaugurado en las navidades de 1976 (buen año) y ha sido objeto ya de una restauración, en 1991. Sustituye al de 1927, de 13 campanas, que ahora ejerce pedagogía: está en el Museo de la Ciencia y la Técnica, en Terrassa, donde cualquiera puede ver y oír de cerca un instrumento musical que de otra forma sólo nos llega de lejos y sin verlo en detalle.

Algunos días, el carillón de Sant Jaume contradice al poeta y suena en festivo. Da un concierto cada primer domingo de mes, con aforo en el Pati dels Tarongers. El programa puede consultarse en la Red y la entrada es gratuita. El aforo es limitado, pero las campanas se expanden por las calles del Gòtic. El concierto de ayer, primer domingo de marzo, estuvo dedicado a Mozart. El próximo, el 6 de abril, a mí me da que es un homenaje del azar a Tarragó: su título es Atmosferes franceses y hará sonar, entre otros compositores, al maravilloso Erik Satie.

El puzzle que Llibert Tarragó evoca es denso y a la vez ligero, como el carillón. No me extraña el resultado de sus andanzas y callejeos no sólo urbanos. Conozco su genuino interés, su deambular por Barcelona y por el territorio y sus márgenes, entre ellos mi tierra natal, la Franja. Sabía que descubriría restos e indicios, pues un foráneo bien entrenado percibe lo que el nativo ya no ve. Apareció como hijo de exiliados republicanos que vuelve al origen y que en Francia impulsa la asociación Triangle Bleu, así llamada por el triángulo azul que en los campos de concentración nazis identificaba a los españoles. También por ser el editor de Tinta Blava que traduce al francés literatura catalana. Algo de todo ello es su puzle català, una traducción de aspectos del presente a cargo de un viajero de la historia y de sí mismo.

Es inevitable ver a Llibert como el hijo de sus padres, el fruto del exilio republicano que reaparece como ofrenda y lectura de tiempos que son complejos de forma muy distinta. Pero su libro no es sólo una pantalla de la historia, con serlo. No es un espejo roto, en términos rodoredianos. Ni un rompecabezas en sentido chato. Es más bien un puzle como el trencadís gaudiniano, por los variados colores y materiales que registra y recicla. Y sobre todo, al menos así es como lo leo yo, porque está escrito desde la libertad expresiva del triángulo de oro francés: Montaigne, el surrealismo, Gracq. Una prosa atenta al paisaje, las gentes, el callejeo, los márgenes, el ruido mediático, los datos y las fechas, el arte, la perplejidad, el fútbol y la comida, sin jerarquías, jocosa. Palabras que a menudo vibran como las campanas del carillón en manos de Anna Maria Reverté.

Anna Maria Reverté, carrillonista de la Generalitat.
Anna Maria Reverté, carrillonista de la Generalitat.TEJEDERAS
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