Un señuelo vulgar y peligroso

Al margen de la tendencia que vayan marcando las últimas encuestas y sondeos, parece claro que el PSOE tiene en estos momentos bastante más potencial de crecimiento que el PP y que los socialistas están jugando con esas expectativas. Los populares no aspiran, normalmente, a atraerse el voto de terceros partidos (nacionalistas e Izquierda Unida), mientras que los socialistas suelen empeñarse en entrar en esos ricos caladeros a la primera oportunidad. No se trata sólo de aumentar el número total de votos, sino, esencialmente, de conseguir las pequeñas diferencias que dan un escaño de más en determinadas provincias. Y esas pequeñas diferencias dependen hoy por hoy, probablemente, más de atraer voto útil que de movilizar a jóvenes, potenciales abstencionistas y en cuanto tales, el electorado más difícil de predecir o conjeturar del mundo.
En los últimos dos días se ha abierto una desagradable posibilidad. Da la impresión, oyendo a Rajoy y a sus estrategas de campaña, de que el Partido Popular manosea la idea de utilizar la inmigración como la única vía posible para entrar en otros caladeros. O mejor dicho, de utilizar la capacidad de convertir la inmigración en un problema electoral caliente para intentar pescar en río revuelto. El colmo de la estupidez sería que la izquierda colaborara en ese perverso diseño, dándole un relieve desproporcionado. La gente sensata de este país, piense lo que piense en otros temas, debería oponerse con firmeza a semejante juego. No convirtamos entre todos, en estas elecciones y por pura apatía o simple falta de comprensión, la presencia de los inmigrantes en un problema gravísimo digno de grandes decisiones. Simplemente, porque esa no es la realidad hoy día en España. Y porque ese sí es un juego en el que siempre prosperan los peores sentimientos y la peor calaña política. La inmigración como tema electoral prioritario en esta campaña es un vulgar señuelo y sería una desgracia que cayéramos en él como si fuéramos simples bandadas de patos.
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