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ELECCIONES 2008 | Campaña electoral
Columna
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Corazón partidista

El sentimiento que el PNV pide a la sociedad vasca es un amor ciego

En el buzón, entre los sobres, me he encontrado un corazón de papel, con esta afirmación en su cara: "Yo vivo en Euskadi"; y esta pregunta en su cruz: "¿Y tú dónde vives?". De entrada la interrogación me ha parecido bastante absurda, la verdad, de puro retórica: que el corazón llegue mezclado con la correspondencia significa que quien lo reparte sabe de sobra dónde vivimos. Pero enseguida, en cuanto he visto que el folleto así troquelado es publicidad del PNV, a la pregunta le he encontrado un sentido. Porque si el nacionalismo distribuye por las casas de los ciudadanos vascos propaganda -previamente, por cierto, a la apertura de la campaña electoral- con tal interrogación debe de ser porque no acepta sin más que dichos ciudadanos viven precisamente donde indican sus buzones; y ello porque piensa que residir aquí no basta para vivir aquí, que vivir aquí no es un hecho sino una actitud, una manera de entender y de situarse frente a lo que aquí sucede. Que para el PNV sólo quien comparte sus tesis vive en Euskadi; quien las cuestiona o rechaza es como si perteneciera a otra geografía, como si no viviera en este país. Y entiendo que esa pregunta tan obviamente retórica contiene una segunda demanda. Ese "Tú, ¿dónde vives?" es una manera (no sutil) de evocar que vivir aquí es votar aquí, esto es, votar lo que aquí se vota que es lo que ya se sabe.

Al desdoblar el folleto comprendes además dos cosas. La primera es que ese corazón de portada está lleno de otros por dentro, y que todos quieren representar el amor a Euskadi por la vía de colocar a nuestro país por las etéreas nubes de la renta per capita, la calidad, la investigación, los espacios verdes protegidos; y a la cola de los índices de criminalidad, paro o fracaso escolar. La segunda es que ese sentimiento por Euskadi que el PNV le pide a la sociedad vasca es un amor ciego; una pasión sin desglose o sin más argumento que la cita a palo seco de algunos titulares generalizadores y de estadísticas. Y así las cifras del paro no se matizan con la mención del número de empleos precarios o de contratos temporales que son prácticamente todos los que aquí se firman. Y la tasa de fracaso escolar no se presenta vinculada al hecho de que en Euskadi hay más alumnos matriculados en la escuela privada que en la pública, o unida a los nada euforizantes resultados de los sucesivos informes PISA. Y el verde de nuestro territorio no se ilustra verazmente con el alarmante estado medioambiental de muchas zonas del País Vasco (el último informe de Greenpeace invita a todo menos a la tranquilidad), la alta contaminación de la mayoría de nuestro ríos, la asfixiante contribución de nuestras carreteras atestadas al calentamiento global, por citar sólo ejemplos evidentes.

Y concluyo con la ceguera del índice de criminalidad que según el corazón del PNV se sitúa muy por debajo del de España y de la media europea. Mientras cientos y cientos de ciudadanos vascos tienen que vivir en Euskadi escoltados. Mientras un día sí y otro también los radicales estallan o queman o atacan o amenazan o inhiben con todo tipo de "artefactos". Pero esos hechos criminales no figuran en esta propaganda de buzón electoral, en este corazón de papel-piedra partidista. Y entonces yo misma me pregunto dónde vivo, en qué país estoy viviendo.

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