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Reportaje:

Pintura que mira al entorno urbano

Aitor Lajarín logra un éxito de ventas en su primera presencia en Arco

Una beca del Artium llevó al pintor Aitor Lajarín (Vitoria, 1977) a Los Ángeles a principios de año para desarrollar un proyecto de investigación. Allí recibió la noticia del éxito que alcanzaron sus cuadros en la feria Arco, que el pasado lunes cerró sus puertas en Madrid. Las dos galerías que le representan (Trayecto, de Vitoria, y Pilar Parra y Romero, de Madrid) vendieron una decena de sus obras en la primera incursión de Lajarin en la feria de arte contemporáneo más importante de España.

"Arco es un termómetro, un lugar en el que en pocos días se accede a la opinión de muchas gente", responde por teléfono, como restándole importancia a las ventas. Lajarin cree que su manera de pintar resulta "menos dura" que otras formas de arte, que entra bien visualmente y que tiene un planteamiento sencillo, fácil de interpretar por un amplio abanico de gente. Y sabe que los precios de un novel juegan a su favor en un horizonte con nubarrones de crisis económica, pero no tiene respuestas para explicar por qué gusta su pintura. "Por qué la gente compra una obra de arte es un misterio. Me parece un triunfo que una sola persona pague dinero por una pieza", apostilla.

El autor investiga en Los Ángeles las relaciones humanas en el ámbito urbano

El proyecto que Lajarín desarrolla en Los Ángeles trata sobre la ciudad y las relaciones sociales y culturales que se desarrollan en el ámbito urbano. Es lo que muestran sus cuadros: pinturas en las que se ven figuras aisladas, que parecen sufrir dificultades para relacionarse en un entorno hostil. "Los Ángeles es la ciudad oculta. La vida está en las casas, en los coches, en el interior de los centros comerciales. Es el paradigma de una megaciudad capitalista y de un tipo especial de relaciones sociales. El individuo aquí es una cosita muy pequeña y solitaria", explica. "Hay una gran distancia entre el individuo y el contexto en el que le toca vivir. En mi pintura pasa lo mismo: a pesar de compartir un espacio, en ocasiones, las personas viven una sensación de extrañamiento, de vacío".

Lajarín defiende que no hay que olvidar que la obra es un vehículo de comunicación en la que juega con la figuración para dotar a sus pinturas de un carácter narrativo. El artista se enfrenta al trabajo por el camino tradicional: pinceles, acrílicos y lienzo en blanco. "Vengo de la actividad pictórica y me gusta. Lo convencional me sirve en este momento", añade.

El otro camino de su tarea son las instalaciones. "En mi caso las instalaciones son una deriva pictórica", precisa. Feliz en la pintura-pintura, está descubriendo su interés por el vídeo. "¿Por qué no pintar, pero sin utilizar pintura?", se pregunta. "Se puede pintar con libertad para utilizar el material que mejor se adapta, incluido el vídeo".

Lajarín no ha puesto límites a su estancia en Los Angeles. Seguirá allí mientras la ciudad siga suponiendo un estímulo para su trabajo. "Es un lugar extremo, duro y solitaria, pero no descarto nada. No sé siquiera si voy a pintar siempre. El trabajo es mental: ideas y reflexiones", concluye.

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