Dos vigilan peor que uno
"Todos los bancos quiebran por problemas de riesgo. Este es el verdadero corazón del negocio", concluía Alfredo Sáenz poco después de dirigir el reflotamiento de Banesto, que también fue intervenido, aunque en diciembre de 1993.
Han pasado 15 años y la máxima sigue siendo válida. En el caso del Northern Rock no ha sido un problema de morosidad, pero sí una arriesgada gestión del riesgo de liquidez. Los manuales de banca dicen que si una entidad presta a sus clientes a largo plazo, como ocurría en este caso, también debe tomar el dinero con el compromiso de devolverlo en ese periodo largo de tiempo. De esta manera, se evita que un corte de liquidez impida el funcionamiento normal de la entidad.
Ese corte llegó en verano y Northern Rock, que apenas contaba con reservas, no pudo aguantar ni siquiera unas semanas. Las autoridades británicas hicieron público que acudían a su rescate creyendo que frenarían el pánico de los depositantes, pero lo aceleraron. Al retirar su dinero, los clientes aceleraron el hundimiento de la entidad. El banco estaba jugando con fuego y se quemó.
La crisis de liquidez que ha dejado en la UVI a Northern Rock ha surgido en Estados Unidos por las hipotecas basura. Las entidades más afectadas son norteamericanas, francesas, suizas y británicas, por ahora. Pero esta crisis ha afectado especialmente al Reino Unido porque se están cuestionando sus sistemas de supervisión bancaria.
La caída de Northern Rock ha desprestigiado al Tesoro y ha provocado fricciones entre los dos controladores del sistema: el Banco de Inglaterra, que vigila directamente los balances de las entidades, y la FSA, la autoridad reguladora de la City de Londres. El hecho de que existan estos supervisores lejos de ser más eficaz ha permitido que hubiera entidades con situaciones arriesgadas, como la del banco de Newcastle, sin que se hiciera nada para impedirlo. El debate está abierto en la Unión Europea y en el Reino Unido.
En España, al igual que en la mayoría de países europeos, el banco central tiene las dos funciones, lo que le permite conocer la situación de las entidades y regular cuando existen problemas. Así, su capacidad de actuación es muy rápida y completa. El Banco de España tuvo que afrontar la quiebra de Banesto, lo que supuso un trauma para la institución. Desde entonces, es uno de los supervisores que exige más prudencia y provisiones a sus entidades. Eso no le salva de una crisis bancaria, pero le ha valido ahora que, incluso algunos medios británicos, resalten que "en España, esto no hubiera ocurrido". En Londres, dos ha sido peor que uno.
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