Esto es el Atlético
Los rojiblancos, incapaces de mantener en pie su defensa, caen ante un Athletic bien ordenado
El Atlético es capaz de todo. De convertir una falta a favor en un gol en contra, por ejemplo. ¿Cómo? Pues permitiendo que un jugador rival se recorra 60 metros con el balón cosido al pie, sin que nadie alcance no ya a hacerle falta, sino siquiera a molestarle en su carrera. Pero es capaz el Atlético de más cosas. Véase el segundo gol: se trataba de una falta lejana a su área, que Yeste lanzó de aquella manera, el balón a media altura, al corazón del área, a la multitud, a ver qué pasa. Y lo que pasó fue que nadie despejó, paralizados todos, cayendo la pelota a Llorente, que andaba a dos pasos de la portería, con Pablo acosándole, o algo así, y allí que va Llorente y golpea de espuela, y la manda dentro. Es capaz de todo el Atlético, sí, un equipo que le ha cogido un extraño cariño al suicidio.
ATLÉTICO 1 - ATHLETIC 2
Atlético: Abbiati; Antonio López, Pablo, Eller (De las Cuevas, m. 69), Pernía; Maxi, Raúl García, Jurado, Luis García; Agüero y Forlán. No utilizados: Falcón; César, Domínguez, Santana, Reyes y Mista.
Athletic: Armando; Iraola, Ocio, Amorebieta, Koikili; Susaeta (Gabilondo, m. 91), Orbaiz (Ustaritz, m. 92), Javi Martínez, Yeste; Aduriz (Etxeberria, m. 77) y Llorente. No utilizados: Aranzubia; Muñoz, David López y Garmendia.
Goles: 1-0. M. 5. Agüero, de cabeza. 1-1. M. 37. Susaeta culmina una jugada de Javi Martínez. 1-2. M. 45. Llorente, de espuela.
Árbitro: Medina Cantalejo. Expulsó a Raúl García (m. 51) por doble amarilla. Amonestó a Agüero, Antonio López, Javi Martínez, Pablo, Amorebieta y Pernía.
Unos 35.000 espectadores en el Calderón.
Sólo un equipo es capaz de convertir una falta a favor en un gol en contra: el Atlético
Está desesperado el Atlético. Todas las propuestas del equipo, con mejor o peor aroma, mueren en cuanto su defensa adquiere protagonismo, siendo la única zaga del mundo que abre espacios en vez de cerrarlos, que recula cuando tiene que dar un paso adelante. Que se lía sola.
El Atlético se encontró con un gol en cuanto pisó el área rival. Antonio López mandó el centro desde la derecha, Agüero se adelantó a Iraola y logró cabecear en un escorzo, la oreja apoyada en el muslo del rival, rozando la pelota con el flequillo. Pero que este equipo se encuentre en un escenario favorable carece de importancia. Jamás echa el candado a un partido. Su defensa se viene atrás y acumula ante sí un desierto imposible de cubrir por centrocampista alguno. Aguirre dio ayer cuerda a Jurado al mando del equipo, y lo cierto es que durante algunos instantes el mensaje fue positivo. Tocaba y tocaba el Atlético, lo que es incapaz de hacer cuando es Cleber quien acompaña a Raúl García en el eje. Y en pleno acoso, con Agüero dejándose ver, tras mandar Luis García un zapatazo al larguero, el equipo se vino abajo. La culpa la tuvo una falta a favor. Rechazó la defensa del Athletic, donde Amorebieta pareció Baresi, y Javi Martínez cazó la pelota al borde del área. Y se fue. Y tanto se fue que se presentó en terreno rival. En el camino dejó a Maxi, Jurado, Pernía... A punto de pisar el área de Abbiati, cedió a su izquierda, donde Susaeta resolvió sin despeinarse, el balón a la derecha del portero, pegado al palo.
Y se acabó el Atlético. Lejos de capear el temporal y esperar a que llegara el descanso, le entró el pánico. Sólo así se entiende que se comiera la falta lejana de Yeste que Llorente rubricó en plena batalla con Pablo y con medio pie en fuera de juego.
La segunda parte mostró todas las miserias de este equipo. Raúl García entró abajo a Yeste y vio la segunda amarilla. Entró entonces en acción Pablo, que dio un codazo a Llorente que el árbitro no vio antes de ejecutar dos entradas de aspecto patibulario. El Atlético, agotado, malvivió durante mucho tiempo, sin que la apuesta atacante de su técnico le diera réditos. A cinco minutos del final, Agüero se inventó una chilena que Armando sacó de forma prodigiosa. Era el primer disparo a puerta del Atlético en toda la segunda parte. Y fue el último. El Athletic se echó atrás y dejó que su rival, con Aguirre a la cabeza, entrara en su particular guerra con el árbitro. Los de Caparrós acabaron sacando un triunfo impagable, e inapelable, ante un rival que se nubla sin que se sepa bien por qué, que se desmorona sin que nadie le lleve a ello. Que se vuelve loco porque le da la gana.
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