El arte accidental de Barceló
El pintor mallorquín diseña joyas en colaboración con Chus Burés
Es por la mañana y acaba de llegar en avión de Ginebra. Viene de trabajar en la cúpula del palacio de la ONU. Y está algo cansado. En esa obra que está decorando interviene sobre 1.500 metros cuadrados y eso sí que es complejo y difícil. En cambio, lo de diseñar joyas, Miquel Barceló se lo ha tomado como un divertimento.
Hasta ahora había diseñado cosas para su hija, como alguna pulsera. Lo había hecho transgrediendo la técnica habitual (primero yeso, luego cera y finalmente bronce). Él directamente lo hacía en cera. Le gusta su plasticidad, cómo se moldea, su sutileza...
La colección, realizada en oro mate, es una serie limitada de 19 piezas
"Estas formas son una extensión de mi escultura", afirma el artista
En ésas estaba cuando el joyero Chus Burés, interesado siempre en colaborar con artistas -lo ha hecho con Louise Bourgeois, Santiago Sierra, Ana Laura Aláez y Cinzia Ruggeri- llamó a su puerta para pedirle que le diseñara algunas joyas. "Llegó en el momento oportuno. Nos conocíamos de antes por sus trabajos con artistas que me gustan", cuenta Barceló en el taller de Burés, en Madrid. "Siempre me han ofrecido cosas, muchas sin sentido, como publicidad de coches", ríe, "y me había negado. En cambio, esto me atrajo, porque son una extensión de mi escultura".
Este artista total no se siente joyero. Él no conduce. Y las "cosillas" para su hija las iba haciendo durante viajes en coche. En esos momentos muertos, sin pensarlo. Por eso, estas joyas tienen algo de "accidental". Salvo los anzuelos.
El universo marino, sus metamorfosis siempre le han interesado. De hecho, en la capilla de cerámica de la ONU hay azulejos muy grandes que corresponden al tamaño de los peces. Se imagina un anzuelo y juega con la idea de "ser pescado, de pescador de gente, esa polisemia me gusta. Y visualmente me agradan porque no han cambiado de forma prácticamente nada, desde siempre son así, como los pinceles".
Boucle de mer, gousse marine, algues de mer, hameçon et appât. Así llama Barceló a sus diseños-joya, que se contemplan como una obra de arte. Que también remiten a su pintura. Sus formas, que vagamente recuerdan al mundo marino, a las algas, "casi a vísceras de peces", cuya representación no es muy literal, sino algo plástico, lúdico.
Pero hay alguna reminiscencia más, la presencia de África (el pintor vive entre Mali, París y Ginebra) donde las joyas adquieren formas extremas y tienen un sentido más primitivo. Conviene aclarar que el oro tiene el mismo valor que en cualquier otro sitio ("y las joyas son su única posesión", aclara Barceló), "pero luego hacen también diseños con semillas".
Nunca dudaron, ni Barceló ni Burés, que las piezas debían ser de oro. Pero en absoluto brillante, que puede resultar pretencioso. Al artista le gusta la materia oxidada, envejecida. El resultado son joyas de oro mate, tratado al fuego, y de 18 quilates, explica Burés, que es quien se ha ocupado de la fabricación. Alguna lleva un diamante de talla brillante. El precio, desde 8.000 euros hasta 66.000. La colección se compone de pendientes, colgantes, collares y pulseras y son de serie limitada, 19 piezas de cada una.
"¿Cómo extrañarnos de que Barceló, que ha demostrado sobradamente esa ardiente pasión de inscribir su huella allí donde sea posible, no responda al reto de enjoyar el cuerpo femenino, que es lo mismo que tatuarlo o pintarlo?", escribe el crítico Francisco Calvo Serraller. "En cualquier caso, al afrontar este menester, Barceló no deja obviamente de ser Barceló".
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