Mata, huye y muere matando
El supuesto autor de un asesinato en Guadalajara perece en un accidente en Madrid en el que falleció otra persona
Los hechos parecían sucesos aislados. Un ciudadano colombiano murió en su casa de Guadalajara a las cinco de la mañana, tras ser apuñalado por un asaltante que también dejó malherida a la esposa del inquilino de la vivienda. Horas después, en la carretera de circunvalación de Madrid M-45, una furgoneta y un pequeño camión chocaban frontalmente. Los dos conductores perdían la vida. Todo aparentemente sin relación. Pero resulta que uno de los fallecidos en el accidente es, supuestamente, el autor del asesinato de madrugada en Guadalajara.
El asalto se produjo en una vivienda situada un piso bajo del número 11 de la calle de Chile, una zona de Guadalajara con alta población inmigrante. Los servicios de emergencias fueron alertados a las 5.33 por una mujer que aseguraba que su marido estaba muy grave y que ella misma y su hija habían sido heridas por el asaltante, al que habían logrado ver la cara. Cuando los sanitarios llegaron, el hombre, R. M. M., colombiano de 33 años, estaba en estado crítico. Su esposa, Y. B. J, de 33 años, tenía heridas graves y la hija de ambos, de siete años, un corte en la mano. El hombre falleció a las ocho de la mañana en el Hospital General Universitario de Guadalajara, según fuentes de la investigación.
Conocido de la familia
Las primeras hipótesis apuntaban a un ajuste de cuentas, pero el perfil del fallecido, pintor de brocha gorda, no cuadraba. Los vecinos de la zona, consultados por la agencia Efe, insistían en que el fallecido y sus familiares "son buena gente". Las investigaciones comenzaron de inmediato. Tras el primer interrogatorio a las víctimas, el autor del crimen fue identificado: un ciudadano de origen colombiano, de 32 años, cuyas iniciales son L. E. M. O., conocido de las víctimas, que sabían que trabajaba en la localidad madrileña de Valdemoro (Madrid).
Pero la vida del asesino ya estaba casi al final de su cuenta atrás. A las 11.49 de ayer una furgoneta Ford Transit y un pequeño camión Nissan Atleon chocaban frontalmente a la altura del kilómetro 31 de la M-45, a la altura de San Fernando de Henares, localidad de la periferia de Madrid a tiro de piedra de Guadalajara. Los dos conductores, uno de 26 y otro de 32 años, se quedaron atrapados en sus vehículos. Los dos muertos. La furgoneta se había saltado la mediana y había invadido uno de los carriles contrarios de la M-45. Un asunto fatal.
Los funcionarios de la Brigada de Policía Judicial de la Comisaría Provincial de Guadalajara que habían ido a detener al supuesto autor del crimen se cruzaron con el accidente. Pasaron despacio junto a los coches siniestrados. Seguramente tuvieron que frotarse los ojos para salir de su asombro: uno de los vehículos implicados era la furgoneta que habitualmente conducía el hombre al que buscaban. Allí mismo se pararon. Las comprobaciones le daban la razón. El hombre atrapado era L. E. M. O. Antes de morir había acabado con la de un ciudadano anónimo, sin relación alguna con la vida del asesino, ni del asesinado, salvo que, otro giro fatal a lo Robert Altman los acabe juntando.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.