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Análisis:A la parrilla
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Líderes políticos

No había publicado aún su parrilla de ayer Juan Cruz sobre la habilidad de Miguel Ángel Rodríguez para ocupar nidos mediáticos, que La Sexta emitía (domingo, 21.30) Los secretos del carisma, dos documentales que abren una serie dedicada a la política, y ahí volvía a estar nuestro hombre, esta vez no para ejercer la acusación contra médico alguno, sino para hablar de la cocina de las campañas electorales. Y dijo cosas sensatas, como que la imagen del público tras los líderes mitineando quedaba bien en las plazas de toros de 1977, pero no en los platós televisivos de ahora. Lleva más razón que un santo: las comparsas agitando banderitas y aplaudiendo a las órdenes del regidor son ridículas, amén de conllevar serios riesgos a poco que a uno de los extras le dé un ataque de risa o cualquier otra urgencia fisiológica. En otras cuestiones MAR salía de pista, como cuando aseguraba que desde el Gobierno cuesta mucho hacer campañas electorales: él, que cuando era portavoz de Aznar no hizo otra cosa, hubiera o no elecciones.

Pero en los documentales intervenían otras voces de sabios, que desmenuzaban el carisma del líder asociándolo por ejemplo al del macho dominante de los primates: al parecer, éste también acaricia a las crías cuando debe reafirmar su autoridad ante la tribu. El profesor Nicu Sebe, de la Universidad de Amsterdam, mostraba un chiflado programa informático que traducía las expresiones faciales de los líderes a estados de ánimo. Además, se escuchaban cosas tan sorprendentes como que las voces de cabeza (Blair, Clinton) son más convincentes que las de laringe (Hillary), siendo no obstante las más fiables de todas las de estómago (Reagan). O como que la medida áurea de palabras por minuto en un discurso se sitúa entre las 140 y las 180: por debajo induce al sopor (Joaquim Nadal), por encima, a la confusión (Fraga). Será cuestión de ir cronometrando, de aquí al 9 de marzo.

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