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La tentación del dinero fácil arruinó la carrera de Urquía

El juez suspendido en Marbella recibió 138.300 euros en supuestos sobornos

Javier Martín-Arroyo

"Ha padecido el síndrome de Peter Pan. Como un niño enfurruñado que pensó: si me voy, al menos me voy rico". Una fuente cercana al juez procesado Francisco Javier de Urquía define el síndrome de príncipe destronado y abducido por el lado oscuro que ha sufrido este joven magistrado. Era una cara seductora y respetada en Marbella, pese a que la fama de noctámbulo y sus sucesivas juergas le generaron un perfil poliédrico. "Estoy acostumbrado a dormir dos horas", explicaba cuando salía de fiesta y la noche se eternizaba antes de dictar sentencias.

El Consejo General ha abierto la vía para expulsarlo de la carrera judicial
"Tú no tienes que ser juez toda la vida", le comentó su amigo Albouhair

Hasta que el huracán de la operación Malaya le cogió sin paraguas. Entonces comenzó una espiral descendente para la que de momento nadie atisba freno. El magistrado afronta dos causas en el Tribunal Superior de Justicia (TSJA) y acumula presuntos delitos: prevaricación, asesoramiento ilícito y cohecho. Este último tiene un apellido con muchos ceros. El tribunal le acusa de percibir 78.300 euros para una hipoteca del cerebro de la trama marbellí, Juan Antonio Roca, y de repartirse el cobro de 60.000 euros de un empresario paquistaní. Además, le sitúa detrás de una supuesta extorsión fallida de 8 millones de euros a un empresario hotelero.

El precedente más cercano ha sido el ex juez de instrucción de Málaga, Antonio Vicente Fernández, condenado el año pasado por liberar a dos narcotraficantes y cobrar a cambio un soborno. Pero el espejo más escandaloso es sin duda el ex juez Luis Pascual Estevill, condenado por urdir un plan para extorsionar a los empresarios que investigaba, para percibir sumas millonarias y que los afectados eludiesen la prisión o quedasen en libertad.

De Urquía creció en un ambiente de leyes. Su padre es un reconocido magistrado ex presidente de la Audiencia de Alicante, ya jubilado, Faustino de Urquía, asimismo profesor de Derecho Penal.

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Pero la carrera de Francisco Javier de Urquía se ha truncado y está suspendido por duplicado por el Consejo General del Poder Judicial, que esta semana ha abierto la vía para su expulsión de la carrera. "Tú no tienes que ser juez toda la vida", le comentó su amigo Arnaud Fabrice Albouhair el pasado 13 de septiembre. El empresario, dueño de la famosa discoteca Olivia Valère, hablaba con De Urquía desde Miami para señalarle que "en este sitio hay un montón de oportunidades".

De Urquía, Albouhair e Igor Mier formaban parte de un grupo de amigos más extenso y muy popular en la noche marbellí. Capitaneados por Albouhair, el grupo disfrutaba del ambiente de lujo fácil de las discotecas, rodeado de personajes habituales en la Costa del Sol pero no muy recomendables para impartir justicia. En la primera parada de la noche, la discoteca Olivia Valère, siempre se abría una botella de Johnnie Walker etiqueta negra a 300 euros. "Con el juez tenías alfombra roja en todos los garitos. Porteros y camareros le recibían como a un rey. Decíamos que se jugaba su puesto y que no podía estar de farra a diario. Era como ir a un teatro con los focos puestos", comenta un compañero esporádico de dichas salidas. El broche de la noche siempre lo ponía la discoteca Dreamers en Puerto Banús.

Pero De Urquía tenía otro lado más sereno y cultivado. Junto a su accesibilidad, los amigos destacan su gran formación y cultura. Es un ávido lector y cinéfilo. "En los juzgados levantaba pasiones, pero también cierto instinto maternal. Tiene ese no sé qué", comentaba una funcionaria. A la tramitadora María Luisa Álvarez Rodríguez, su persona de confianza en el juzgado y de 40 años como él, su personalidad le sedujo excesivamente. Hasta el punto de facilitarle información confidencial de la operación Hidalgo, pese a estar suspendido como juez titular.

Casado y con una hija pequeña, comenzó la carrera judicial en 1999. Su primer destino fue Vélez-Málaga, donde en 2001 compartió piso con el juez instructor del caso Malaya, Miguel Ángel Torres, que hacía prácticas en los juzgados de esa ciudad y que más tarde destapó la conducta irregular del juez en Marbella y le denunció ante el TSJA. Su bautismo mediático llegó con el caso Hidalgo, tres meses antes de su primera suspensión, la última gran operación contra el blanqueo de capitales. Los agentes del grupo de blanqueo a cargo de la operación se mostraron reticentes a que De Urquía instruyera el caso, aunque después decidieron dar al magistrado un voto de confianza, según fuentes del caso. Y resultó un gran fiasco, pero sólo otro más en una ciudad que ha presenciado los mayores escándalos, también en los juzgados.

Aguantó los flashes y las preguntas de los periodistas con profesionalidad, pero sin comentarios. A comienzos de esa operación recibió llamadas amenazantes sobre su hija y un fiscal abrió diligencias para averiguar su procedencia. Su instrucción acabó de forma súbita el pasado julio cuando aparecieron en los despachos de Roca papeles que desvelaban un presunto soborno a cambio de asesorarle para la suspensión de un programa de televisión local sobre su inmenso patrimonio.

A continuación, la abogada Inmaculada Gálvez denunció su intento de quedarse con la instrucción del caso Malaya, y salieron a relucir las graves irregularidades de la instrucción del caso Hidalgo: otro supuesto cohecho de 60.000 euros y una presunta extorsión "perfectamente diseñada" para obtener ocho millones de euros en una cuenta de Suiza. Pero la fortuna le dio la espalda y el supuesto pagador era un testigo protegido de la Guardia Civil.

Antes de abandonar el plan alertados por la intervención telefónica de sus móviles, De Urquía actuó junto a sus amigos Albouhair y Mier para disfrutar de un pastel con billetes de grandes cifras. Si el primero actuó de correo ante Roca para lograr beneficios de sus generosas arcas municipales, el segundo empresario, Igor Mier, dirigía la revista de lujo Social Life junto a su mujer. Más comedido en las pasiones nocturnas, Mier era un empresario muy conocido y bien relacionado que llegó a Marbella hace cinco años. "Lo de Arnaud no me sorprende porque el dinero fácil es la mayor tentación, también en la noche, pero Igor me ha dejado atónito porque le traté como un tipo legal. Siempre le vi luchando por Marbella a las duras y a las maduras", comenta un empresario marbellí.

Ironías del destino marbellí. Cuando hace dos años saltó la operación Malaya, los empresarios de la ciudad se reunieron para analizar la grave situación y el impacto que tendría el mayor escándalo de corrupción del país en la economía local, y cómo lograr que ésta no decayera. En dicha reunión, Igor Mier llamó la atención sobre la imagen tan negativa y la distorsión que estaban creando ciertas cadenas de televisión: "El comportamiento de unos pocos no puede manchar al resto", alertó.

60.000 euros en una bolsa de plástico

El empresario paquistaní Azan Khan abonó un supuesto soborno de 60.000 euros al magistrado Francisco Javier De Urquía para salir de prisión, tras ser encarcelado por la operación Hidalgo que dirigió el juez. La operación se fraguó a través de su amigo Arnaud Fabrice Albouhair, tal y como destaca el juez titular del Juzgado 11 de Málaga, Juan Francisco Ramírez Barroso, en su exposición razonada enviada al TSJA.

En la operación Hidalgo contra el blanqueo de capitales, De Urquía envió a prisión tanto a la mujer como a un sobrino de Khan, uno de los principales clientes del despacho de abogados Cruz Conde, corazón de la trama investigada. Entonces, el 17 de abril Albohair abordó a Khan por la calle y le propuso solucionar sus problemas a través de un abogado, por entre 150.000 y 200.000 euros. A Khan le pareció una cantidad desorbitada y descartó el turbio asunto.

A continuación, el juez De Urquía decretó prisión incondicional para el empresario tras acudir éste a los juzgados. "Unos días después y ante la desesperación" por su situación, Khan telefonea a otro sobrino para que contacte a Albouhair, a quien le entrega 60.000 euros en una bolsa de plástico en una cafetería marbellí. "La oferta que ambos habían acordado llegó a concretarse en que el testigo protegido debía entregar a Arnaud la cantidad de 60.000 euros, 20.000 por cada miembro de la familia", detalla la exposición razonada.

Días después, el 3 de mayo,De Urquía decretó libertad bajo fianza para los tres reclusos: Khan, su esposa y su sobrino. El empresario paquistaní abonó entonces 200.000 euros por las tres fianzas impuestas.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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