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Reportaje:

Galicia descubre el nuevo mundo

Un equipo de astrónomos de Santiago halla por azar un planeta extrasolar desconocido

El mismo azar que golpeó la cabeza de Newton con la manzana continúa siendo hoy el impulsor de grandes hitos científicos, como el de un grupo de astrónomos de la Universidad de Santiago (USC), dirigido por José Ángel Docobo, que acaban de demostrar la existencia de un planeta gigante de fuera del Sistema Solar, desconocido hasta ahora, mientras calculaban las órbitas de un grupo de estrellas.

Se trata, a falta de un bautizo menos técnico, de Bb, un planeta situado a 33 años luz de la Tierra. El nuevo mundo se encuentra en el sistema Glisse 22, formado por tres enanas rojas; las dos primeras giran entre sí y la tercera, más alejada, orbita alrededor de este par. Fue mientras calculaban la órbita de la última cuando algo llamó la atención de los investigadores. "En lugar de ser una elipse perfecta, vimos que hacía un movimiento ondulado", explica Docobo.

El equipo llegó a la conclusión de que algo estaba desviando a la estrella de su trayectoria normal. Y eso no puede ocurrirle a un astro que se encuentra aislado. Así que pronto encontraron el motivo: un planeta con una masa 16 veces superior a la de Júpiter, lo suficientemente grande como para perturbar la órbita de una enana roja, un tipo de estrella de baja masa.

"Si fuesen estrellas gigantes azules, hubiese sido imposible descubrirlo, porque no hay planeta que desvíe una estrella de ésas", explica Docobo. Pero no fue el caso. "La masa que calculamos nos indica que es un planeta", asegura. Ningún telescopio del mundo es capaz de divisarlo por ahora, pero los astrónomos tienen sus métodos para demostrar que existe. Bb pasará a engrosar la lista de los 270 planetas extrasolares descubiertos hasta ahora, desde que en 1995 se tuvo constancia del primero.

El éxito de este estudio reside en que, por primera vez, se ha descubierto un planeta empleando el método astrométrico, es decir, a través de las mediciones de las órbitas. De esta forma se habían descubierto estrellas, pero nunca planetas. Este mismo método se empleó con Sirio, situada detrás de la constelación de Orión, fácil de identificar a simple vista porque es la estrella más brillante en esta época del año. Gracias a las variaciones en su órbita, explica Docobo, se descubrió la primera enana blanca. En realidad, lo habitual es deducir la existencia de nuevos mundos empleando el efecto Doppler, es decir, midiendo las longitudes de onda de la luz. El astrónomo realizó la investigación en colaboración con el Instituto de Radioastronomía de Alemania, el Grupo de Mecánica Espacial de la Universidad de Zaragoza y el Special Astrophysical Observatory de Rusia. Fue en este último donde realizaron las mediciones más precisas con un telescopio de seis metros.

El firmamento es para José Ángel Docobo un mapa que descifra con suma facilidad. Desde 1983 es director del Observatorio Astronómico Ramón María Aller, de la USC. Cuando llegó, se lo encontró prácticamente en ruinas, física y científicamente. "Hubo que comenzar de nuevo", recuerda. Ahora cuentan con un variado instrumental y con una cúpula instalada hace cuatro años con un telescopio reflector. Docobo espera poder trasladarlo a un lugar de Santiago con menos contaminación lumínica.

Es vicepresidente de la comisión de la Unión Astronómica Internacional especializada en el estudio de los sistemas estelares dobles y múltiples, y en 2009 ascenderá al cargo de presidente. ¿Descubrir un nuevo planeta no es la culminación profesional de todos los astrónomos? Docobo le quita importancia. "Viene a ser algo residual de tu trabajo, pero si sirve para algo, ahí está".

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