La alegría del quiosco
La familia Tarrasón lleva en el quiosco toda la vida de los dos hermanos, Amparo y Àngel, que han crecido en esta esquina de la calle de Provença con el paseo de Sant Joan. Sus hoy nonagenarios padres tomaron las riendas en 1951. El quiosco, que tenía entonces pocos años, ha visto muchas cosas. El marido de Amparo, Caixal, pintó una delicada imagen de aquel viejo quiosco a partir de una foto pequeña y dentada. El cuadro está en el fondo, encima de una ristra de pelis porno.
Les pregunto cuál es hoy la alegría del quiosco. Àngel me mira sorprendido. La pregunta resulta extraña, o provocadora.
Es verdad que están cerrando quioscos en la ciudad, o sea que mejor si explico la alegría que a mí me da su oficio, inseparable del mío. Más allá de la prensa, el cine. Cada vez que encuentro viejas películas en DVD, e incluso otras que no esperaba precisamente de un quiosco: Pasolini, Bergman, Polanski, Buster Keaton, Rossellini, cine de aventuras, cine musical, documentales muy recientes... Y lo contento que está mi tío con las pelis de Tyrone Power que le llevo al pueblo, pues los amantes del cine en el mundo rural están muy desatendidos.
-¡Ah, sí! La gente no irá al cine, pero al quiosco... Los diarios mandan en el día a día, pero el cine y los libros no están yendo mal. Las promociones y colecciones, ya no.
Las colecciones -de minerales, de muñecas, de relojes- han cansado a los indígenas y en cambio tienen atractivo para los nuevos barceloneses, sobre todo para ecuatorianos y colombianos. Àngel concluye con una frase enigmática: "Con ellos te sientes como aquí hace 20 años". La colección que más salida tuvo fue una de abanicos, recuerda. Sí, yo compré uno, con el marchamo de Virginia Woolf.
-¿Y el porno?
-Ya no. Ahora, la gente se lo baja de Internet. Hace ya unos cinco o seis años que se vende poco. Al principio, con el vídeo, fue el no va más.
Desde luego, la oferta de imágenes es variada: Grandes batallas de la historia, Servicios secretos, Clásicos del cine de aventuras (El mundo en sus manos, del gran Walsh, con Gregory Peck y Ann Blyth, más La Pimpinela Escarlata, con Leslie Howard y Merle Oberon), Adaptaciones de Agatha Christie y de Conan Doyle, Clásicos del cine (Imitación a la vida, de Douglas Sirk, y La dalia azul, de George Marshall), relatos televisivos de historias de Donna Leon y un pack de House. Se me ocurre que las series de televisión son ahora productos de culto porque todavía no han llegado a los quioscos; pero ya están en la FNAC, o sea que pronto estarán también aquí.
A Amparo lo que le gusta de su oficio es leer y estar al día. Los diarios, sí, pero sobre todo Fotogramas, que sigue ahí. ¡Ah, el cine!
¿Qué han visto cambiar más? "Nuestro padre iba en bicicleta a por los diarios y para que se los sirvieran pasaba tabaco por debajo de la puerta... La gente olvida, pero aquella generación no conoció la dignidad en este oficio hasta muy tarde, una cierta dignidad, como cualquier tendero. Nosotros, sí. Pero ahora vemos como los diarios gratuitos son financiados y repartidos en la calle, casi al lado del quiosco... El público: ahora dedicamos mucho tiempo a dar información, a todo tipo de gente, no sólo a turistas. Es un negocio accesible, está en la calle, no hay que entrar... En fin...".
Para sintetizar el asunto, Àngel me muestra, divertido, la ampliación que le acompaña desde hace dos décadas de una viñeta de prensa de Perich. Un quiosquero perplejo dice: "Entre lo que regalan los dominicales, las colecciones de fascículos, las revistas semanales, los vídeos... ¡Ya no sé si tengo un quiosco, una charcutería, una librería, un sex-shop, una videoteca o una parada en los Encantes!". Ahora cabría añadir: "O una oficina de información urbana". Entre otras cosas que viven hoy los quioscos.
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