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Columna
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Un proyecto y cuatro decisiones

Con la firma sobre la nueva Estació Central y sus proyectos acompañantes, Ministerio de Fomento, Ayuntamiento y Generalitat han hecho que los valencianos tengamos hoy una solvencia que nos tiene que enorgullecer. Somos testigos de una medida que es parte del futuro de la ciudad, de nuestra madurez como pueblo, en la convivencia que da la calidad de vida, y hemos dado una respuesta al desafío de la especie humana que es el cambio climático. Cuatro cosas importantes están tras lo ayer acordado:

A) Sacar de la campaña electoral un tema que no podía ser, por más tiempo, objeto de especulaciones partidarias.

B) Hacer de Valencia el nudo integrador de la comunicación longitudinal de esta franja litoral que es la Comunidad Valenciana, haciendo que la ciudad no sea término de ningún trayecto, sino continuidad de todo el tránsito que en la corta y larga distancia sigue la costa mediterránea, desde el Segura hasta el Ebro, camino de Europa. El trayecto Alicante-Castellón no se interrumpirá en la calle de Xàtiva, sino que seguirá y con ello la ciudad tendrá tres estaciones pasantes, al contar con las de la avenida de Aragón y la de Tarongers.

C) Dar una respuesta, en tiempo y hora, a lo planteado por las cumbres del cambio climático de Kyoto y Bali que piden, cuando no exigen, una apuesta inequívoca por los medios que soportan una movilidad sostenible, lo que supone optar por lo ferroviario y lo marítimo. Ahora podemos discutir de veras la sostenibilidad del eje portuario Valencia-Sagunt y hacer planes realistas que la propia UE va a apoyar sin reservas. La posibilidad de ser el puerto del centro peninsular es ahora ya algo más que un deseo, en esta legítima competencia que tenemos con Barcelona.

D) Asentar y racionalizar una ciudad que ha crecido de forma concéntrica, a partir de su muralla medieval, y que ya no puede seguir haciéndolo con bypases y accesos pensados para turismos y camiones. Habrá trenes y éstos serán compatibles con la calidad de vida de muchos barrios, que los han vivido y sentido durante décadas como una maldición.

Decir que el tren del siglo XXI, para pasajeros y mercancías, acaba de llegar a Valencia, no es una boutade, sino el inicio de un proyecto colectivo para nuestra generación, que ya sabe que el cambio climático es un problema universal que debe enfrentar, por muy maravilloso que sea este invento que llamamos automóvil.

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Para los que han pasado algún mal rato y momentos de incomprensión defendiendo una movilidad ferroviaria para Valencia, no queda sino sentir orgullo como valencianos y expresárselo a los técnicos y políticos que lo han hecho posible. Días vendrán para exigirles urgencias y seriedad sobre lo acordado y planificado.

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