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Reportaje:

Belda y Saiz regresan desde abajo

Los dos directores, implicados en la Operación Puerto, inscriben equipos ciclistas 'amateur'

Carlos Arribas

Es la guerra total. Es el ciclismo.

Dejando de lado las luchas de despacho y de poder entre la UCI y los grandes organizadores, el conflicto bélico más llamativo es el que enfrenta a los creíbles o preclaros, los equipos que han convertido el antidopaje en su única razón de ser, con los conscientes, los equipos de toda la vida que le han visto las orejas al lobo y han empezado a cambiar su comportamiento, pero alejados del espíritu misionero o talibanesco de los preclaros, y con los supervivientes, los equipos que nada cambian porque en nada creen.

Cada escenario es un campo de batalla. En Australia, en el Down Under, se fugan Luis León Sánchez, murciano de un equipo consciente, el Caisse d'Épargne, y un creíble, Moncoutié, del Cofidis. "Para ti la etapa y para mí la general", le dice el español, un clásico. "Nanay", responde el francés. "Para ti nada y para mí tampoco". Se pone a rueda, no releva. Fuga condenada.

Cada historia encierra una ironía. En Girona, la ciudad que ciclísticamente se destacó por albergar a Lance Armstrong, Tyler Hamilton y Floyd Landis, tres de los demonios más denostados y mitificados, se ubica ahora el Slipstream (Rebufo), el más preclaro de los creíbles, un equipo norteamericano sin nombre comercial -lo financia con diez millones de euros un millonario fanático de la bici-, con apellido de guindilla mexicana -Chipotle-, dirigido por Jonathan Vaughters y liderado por el converso David Millar, que se gasta 300.000 euros en un programa antidopaje interno, su mayor producto de marketing. Otro millonario estadounidense, Bob Stapleton, financia al High Road -otra marca que no vende nada-, el antiguo Telekom, otro de los puntales de los creíbles, y un tercero, Mike Ball, diseñador de moda, crea otro, con maillots negros de aire neogótico, calavera incluida, en el que rescata para el ciclismo a Cipollini y da trabajo e ilusión, el viejo oro de California, a Sevilla, Botero y Hamilton. Mientras, otros notorios implicados en la Operación Puerto, como Paco Mancebo, se hacen mileuristas en Portugal -15.000 euros al año- y desatan furias entre los locales, que les acusan de quitar el pan a los de casa.

Y a este mundo perdido anuncian su regreso dos de las figuras protagonistas de un asunto, la Operación Puerto, que, muy a su pesar, fue el catalizador de los tiempos que llegan. Tiempos que ellos se niegan a dejar.

Son Manolo Saiz, que alcanzó la cima deportivo-empresarial con el ONCE y el Liberty, y Vicente Belda, que hizo grande al Kelme. Ambos figuran al frente de dos equipos amateur inscritos en la federación, que, como ninguno está suspendido oficialmente, no puede negarles el derecho. Ambos, también, llegan financiados por instituciones públicas, la Consejería de Turismo y Deportes del Gobierno cántabro, que pone su lema, Cantabria Infinita, en el maillot de los de Saiz, y el turismo canario, que sigue dando el nombre Fuerteventura-Canarias a los de Belda. Las similitudes acaban ahí.

A la espera de su prometido regreso a la elite mundial de la mano de un millonario mexicano, Saiz mantiene el equipo amateur antes llamado Wurth, la gran cantera de la que salieron, entre otros, Barredo, Redondo y Contador. Saiz y su socio de siempre, Pablo Antón, figuran como mánagers de un equipo de corredores muy jóvenes dirigido por Juan González y Alberto Leanizbarrutia.

La operación de Belda tiene otro cariz: más que de siembra de futuro se trata de supervivencia, de dar trabajo a los suyos. Fuerteventura le patrocinó el año pasado un equipo profesional. Este año, decidió abandonar el patrocinio, pero consiente en seguir, mínimamente, para saldar una deuda. Los corredores que lo componen son, así, mayoritariamente profesionales recalificados, empezando por familiares directos de Belda, su hijo David, su yerno Cherro, y otros veteranos que acudirán a las carreras en las que se deben forjar los jóvenes del futuro.

Manolo Saiz.
Manolo Saiz.AFP

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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