¿A quiénes no hay que votar?

¿A quiénes dicen los obispos que no hay que votar? ¿A aquellos "que tengan proyectos más o menos explícitos de ampliar la ley del aborto"? Pensé que cuando se trataba de su concepto de la vida, la familia o las tendencias sexuales, sus ilustrísimas eran categóricos y que no se andaban con medias tintas. Pero hete aquí que ahora echan mano de su virtuosismo dialéctico para hacer contorsionismo con las palabras.

¿No será, vaya por Dios, porque haya cierto partido que no se ha comprometido a derogar la actual ley de interrupción del embarazo en los tres supuestos, ni la del matrimonio homosexual si instancias judiciales superiores no la anulan, ni la ley del divorcio? ¿Es acaso un misterio que los devotos parroquianos no tenemos a nuestro alcance desentrañar la causa por la que los señores obispos se desinflan ahora en su defensa numantina de los valores insignia de la moral católica?

Dígannos claramente a quién debemos otorgar nuestra confianza y nuestro voto. A muchos, la ignorancia y el temor nos tienen en un sinvivir ante la trágica posibilidad de convertirnos en ovejas descarriadas abocadas a las tinieblas.

Díganme, al menos a mí, si es verdad que no puedo votar a partidos cuyo logotipo no sea el de un ave marina, cuya sede central no se encuentre en una calle que tenga por nombre el de una ciudad italiana o cuyas siglas no suenen igual que el apelativo cariñoso que le doy a mi tío José. ¡Tengan misericordia.