Propuestas sin fin
- Parole, parole. Se acerca la campaña electoral y, con ella, las promesas. Hay algunas positivas. Por ejemplo, Rodríguez Zapatero dice que subirán las pensiones. Hay otras que se definen por lo que no se hará. Así, Duran Lleida dice que no pactará con nadie que quiera hacer el túnel acordado por CiU con el PP y el Ayuntamiento de Barcelona en 2003. En la misma línea, Albert Rivera (Ciutadans) defiende que no hay que perpetuarse en el Gobierno. Y eso que él aún no ha llegado.
- Urgencias. Mariano Rajoy, supuesto líder del PP, dio el otro día un mitin en Madrid. Planteó el principal problema de los madrileños: el bilingüismo. Es sabido que en la meseta todo el mundo habla dos idiomas: el caste y el llano, de ahí lo acuciante del asunto. Propuesta final: que en los colegios se pueda estudiar en castellano. Eso, en Madrid, seguro que no ocurre.
- Aristóteles en el metro. Metro de Barcelona tiene convoyes nuevos. Llevan una pantallita en los vagones en la que se pueden emitir mensajes. Uno es obligado: el nombre de la próxima estación. Como normalmente es corto, la dirección se ha decidido a emitir otros textos: se pregunta cosas al personal, se reproducen letras de canciones y hasta frases de Aristóteles (traducidas a un catalán arcaizante, como mandan los cánones).
- Gremios y sindicatos. Los vigilantes de aeropuerto se han ofendido por la denuncia del eurodiputado Ignasi Guardans, obligado a descalzarse "por listo". La expresión, según Guardans usada por el vigilante, quería decir, por pretender tener derechos. UGT (a veces sindicato de clase y otras gremio medievalizante) sostiene que el colectivo se siente criminalizado. Cabría que estuviera ofendido por la presunta prepotencia del compañero. Pero eso ni se contempla. En todas partes cuecen habas, menos entre los vigilantes de aeropuerto.
- Justicia. Un acusado de apropiarse de 28.563,73 euros cuando dirigía una oficina de Correos será condenado a cuatro años y seis meses de prisión, y devolverá lo sustraído. Javier de la Rosa reconoció haber robado 68 millones. La condena máxima: tres años de cárcel. Sale a cuenta lo segundo.
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