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¿Soberanía catalana?

El viernes empieza a celebrarse el primer Foro Social en Cataluña que se inscribe en el marco internacional de los encuentros mundiales anuales que se han venido dando para discutir, crear y presentar, desde la sociedad civil, alternativas que se contraponen a un proceso de globalización, comandado por las grandes corporaciones multinacionales y por los gobiernos e instituciones que sirven a sus intereses. Entre las respuestas a los graves problemas que el foro aborda -la pobreza, la crisis ecológica y el cambio climático, el hambre, la ordenación del territorio, el sobreconsumo, etc.-, repetidamente aparece la propuesta de la soberanía alimentaria. Para conocer su significado y sus implicaciones tomemos primero el ejemplo de Malawi y después pasemos a Cataluña.

Sin flota pesquera ni agricultura Cataluña se verá afectada por las crisis externas agroalimentarias

Malawi es un país africano de 12 millones de personas, de las cuales la mayoría vive de la agricultura y en las zonas rurales. Sus cultivos básicos históricamente estaban orientados hacia la exportación: café, té, algodón y también el cultivo del maíz. A finales de los noventa, el maíz, alimento básico, siguiendo los consejos del FMI, dejó de ser apoyado gubernamentalmente (los campesinos no tenían ayuda para comprar fertilizantes ni existía protección en frontera) para fomentar, decían, de esa manera su adquisición en otros países donde se vendía más barato. Con esas medidas su cultivo fue bajando progresivamente hasta producciones totalmente insuficientes para la población, siendo corresponsables de hambrunas como la de 2005. Un país agrícola había sido despojado de su soberanía alimentaria. Sus familias campesinas habían perdido la capacidad de producir su propio alimento, su fuente de ingresos y, consecuentemente, la capacidad de comprar otros alimentos, por baratos que fueran. A partir de esa situación el país decidió no acatar más las reglas de las instituciones financieras internacionales y, a medida que han defendido su propia agricultura y a sus agricultores y agricultoras, han conseguido superar las graves situaciones de hambruna. El presidente de Malawi, dijo: "mientras sea presidente, no quiero ir a mendigar comida a otras capitales". De cosechas de maíz en el año 2002 de poco más de medio millón de toneladas de grano, se pasó a la cifra de 3,4 millones de toneladas en este pasado año 2007, para recuperar su soberanía alimentaria. Y Cataluña, ¿somos un pueblo con soberanía alimentaria? Es decir, ¿disponemos de la capacidad de producir buena parte de nuestros alimentos en el propio territorio catalán? Claro que en Cataluña no hay problemas de provisiones de alimentos como en Malawi; claro que Cataluña está integrada en un mercado europeo y global donde puede adquirir cualquier cantidad de alimentos; e incluso, cuando llegue el día en que falte agua, dicen que podremos traerla desde lejos. Pero en los últimos 10 años hemos aumentado en un 66% la cantidad de alimentos que importamos. Tan alto grado de dependencia, ¿no es peligrosa? Este proceso de desintegración de la agricultura lleva asociado un serio déficit de campesinos y campesinas. La población activa agraria es actualmente de sólo el 2,2% del total. ¿Somos soberanos sin disponer de las personas que hacen posible la producción de nuestra comida?

Si no peligroso, al menos preocupante. Sin tierras suficientes dedicadas a la agricultura, sin una política de diversificación agraria y sin flotas pesqueras propias, Cataluña, como el resto de España, sufrirá progresivamente las consecuencias de las diferentes crisis externas que puedan suceder en los aspectos agroalimentarios. La subida de precios en los alimentos de la cesta de la compra básica de estos últimos meses es un buen ejemplo. Así hay dos opciones: seguir cómodamente las reglas internacionales que dan prioridad a las políticas comerciales frente a las políticas agrarias, confiando nuestra alimentación a los intercambios comerciales, o intentar recuperar un sector agrícola catalán orientado a la producción y alimentación local. Además de ofrecernos soberanía y una proporción de seguridad alimentaria, serían la base para una correcta gestión del territorio rural.

Gustavo Duch Guillot es director de Veterinarios Sin Fronteras.

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