_
_
_
_
Reportaje:

Fali, un héroe contra el fuego

Rafael Caro salvó a siete inmigrantes de un incendio en un barrio de Málaga

Fernando J. Pérez

Rafael Caro, de 24 años y vecino del barrio de Monte Pavero, al norte de Málaga, no durmió casi la noche del miércoles. Tampoco concilió bien el sueño Ana Mari, su novia y madre de las dos hijas de la pareja, Naima, de cuatro años, y Siomar, de dos meses. Esa mañana, sobre las 9.00, Rafael, conocido por todos los vecinos como Fali, recibió una llamada angustiada en su teléfono móvil. Al otro lado Ana María le decía que volviera al barrio, que había un incendio en el primer piso del bloque en el que vive su madre. Fali no sabía que ahí empezaba una peripecia que le convertiría, por méritos propios y con el empujón de los medios, en el héroe oficial y orgullo de Monte Pavero, una de las barriadas más humildes de la capital malagueña.

Fali repitió ayer cuatro veces su proeza a petición de las televisiones
El joven, padre de dos niñas, gana mil euros y tiene una hipoteca de 560

Mientras hablaba con su chica por el móvil, Fali cogió sin pensárselo dos veces la Renault Kangoo de Recambios San Alberto, el taller en el que trabaja como repartidor, y se presentó a toda velocidad en la calle Genoveses. "Allí estaban mis colegas todo nerviosos. Yo creía que se estaba quemando la casa de mi madre", rememora. Todo el bloque había sido evacuado excepto la vivienda del noveno piso en la que viven siete inmigrantes, dos de ellos menores. Este grupo había conseguido descender a pie hasta la tercera planta y se había metido en un apartamento para evitar el humo que subía por el hueco de la escalera. Agolpados en la terraza del tercero y casi asfixiados por el humo que también salía por las ventanas del primero, los vecinos estaban dispuestos a soltar a los niños desde la terraza hasta el suelo, donde un grupo de vecinos se había colocado para intentar recogerlos.

Ahí le saltó a Fali el automático. A pesar de que los bomberos de Málaga ya estaban trabajando, el joven, con dos brazos como remos, fruto de cuatro años de visitas diarias al Coliseo, el gimnasio del barrio, saltó desde el suelo hasta la reja de la terraza del primer piso. Desde ahí, trepó hasta el segundo piso y se puso de pie en el bordillo de la terraza. Mientras con el brazo derecho, repleto de tatuajes, se aferraba a una barra de tendedero no muy segura, con el brazo izquierdo cogió a uno de los niños y bajó con él hasta el suelo, entre los gritos de ánimo de los vecinos. Después repitió la operación con el otro niño. "Menos mal que mi madre ni lo vió ni se enteró hasta pasado un rato. Cuando se lo contaron, se puso de los nervios. Ya sabes cómo son las madres, pero madre no hay más que una y hay que cuidarla", sonríe.

Tras bajar a los dos menores, Fali, "medio asfixiado", volvió al bordillo del segundo para ayudar al resto de los inmigrantes a pasar a la terraza de ese piso, y desde ahí, apoyándose en el enrejado del piso primero, lograron alcanzar todos la calle.

Aquí comenzó el día de fama de Rafael Caro, que ha descubierto que la popularidad es casi tan dura como trabajar de 9.00 a 14.00 y de 16.00 a 20.00 repartiendo piezas de coches. "Estoy quemadísimo. Casi no he comido nada en todo el día", contaba ayer por la noche. Primero vino la felicitación del jefe del cuerpo de bomberos, cuerpo al que Fali no pudo opositar por no disponer de dinero para preparar los exámenes. Después, un policía local de uniforme, se acercó a pedirle los datos. "Pensé que me quería poner una multa por haber trepado al segundo, pero no era para eso". Luego llegaron los parabienes y apretones de manos del alcalde de Málaga, Francisco de la Torre (PP) y, finalmente, atender a decenas de medios de comunicación deseosos de conocer los detalles de la hazaña.

El teléfono de Fali, en el que suena un politono de una vieja canción de la Niña Pastori, estuvo ayer sonando todo el día. Periodistas de toda Málaga, amigos del gimnasio, colegas del barrio, familiares y compañeros de trabajo le llamaban porque habían visto su cara en los periódicos locales. "Lo hubiera hecho una y mil veces. Son seres humanos a los que hay que ayudar siempre", afirma, mientras sus amigos piden a los fotógrafos y camarógrafos que les saquen imágenes junto al "héroe".

Durante la jornada de ayer, Fali, un chico de barrio amable y vacilón, repitió su proeza "por lo menos cuatro veces". Algunas televisiones le pidieron que les mostrara sobre el terreno cómo hizo el rescate. Fali, empujado por las ganas de mostrarse y de agradar a las cámaras, trepó hasta el segundo piso cada vez que las teles le pedían que reprodujera su hazaña. Algunas se limitaron a pedir que se agarrara a la parte baja del balcón del primero. Luego, según los periodistas, fue el propio Fali quien siguió su escalada hasta el segundo "voluntariamente". Otra productora se limitó a pedir a Fali que "repitiera" lo que había hecho ante otras cámaras, que no hicieron nada por evitar que Fali se jugara la vida por unos segundos de pantalla.

Las ascensiones al piso acabaron cuando la madre de Fali bajó de su casa para poner cordura. En una bronca de campeonato, la madre le dijo: "Ni por fotos ni por nada. No te subas más a la terraza". Fali bajó la cabeza, y sus amigos, que antes le jaleaban, también.

Una vez terminados sus días de bien ganada gloria, Fali volverá a una realidad mucho menos épica, o mucho más, según se mire. Fali, deberá sacar adelante a su joven familia con un sueldo de 1.060 euros al mes. De ellos, 560 van directamente a pagar una hipoteca suscrita hace cuatro meses durante cuarenta años por un apartamento en el bloque situado justo enfrente del de su madre. "Todavía tengo que hacer la reforma. A ver de dónde saco el dinero".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_