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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Himnos y banderas

A cuento del último intento fallido de dotar de letra al himno nacional de España por el imperioso motivo de que nuestros deportistas tengan algo que llevarse a la boca mientras se consumen los acordes de la Marcha Granadera, ironizaba el jueves día 17 EL PAÍS en su página editorial (El Acento) sobre que tal vez el COE tendría que abrir un concurso para que los ciudadanos sugiriesen mejoras a la enseña nacional.

Pues bien, tampoco sería la primera vez: nuestra actual bandera nacional, para los que no lo sepan, es producto de un concurso promovido por el rey Carlos III, que eligió los dos diseños que más le gustaron de entre 12 bocetos que le presentó el ministro de Marina, uno para la marina de guerra y otro para la marina mercante. En sus propias palabras: "Para evitar los inconvenientes y perjuicios, que ha hecho ver la experiencia, puede ocasionar la Bandera Nacional de que usa mi Armada Naval y demás embarcaciones españolas, equivocándose a largas distancias o con vientos calmosos, con las de otras naciones, he resuelto que en adelante usen mis buques de guerra de Bandera dividida a lo largo en tres listas, de las que la alta y la baja sean encarnadas y del ancho cada una de la cuarta parte del total y la de en medio amarilla...". (Real Decreto de 28 de mayo de 1785).

Hasta entonces la enseña de los regimientos del Rey -el concepto de bandera nacional era entonces desconocido- había sido la cruz de San Andrés o Cruz de Borgoña en aspa, roja, sobre fondo blanco, que los Borbones heredaron de los Austrias. La misma que hoy identifica a la Comunidad Tradicionalista (Carlistas). Es decir, que las palabras rojo, gualda, sangre, oro y otras figuras poéticas referidas a nuestra actual bandera están muy bien para figurar en himnos y marchas cuya misión principal es la de enardecer reclutas que han de matar franceses, moros o rojos, pero la realidad de nuestra bandera es mucho más prosaica y funcional.

Porque una bandera -como un himno- puede llegar a ser un símbolo. Pero siempre es, sobre todo, un trapo de colores. O sea, campo para el diseño.

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