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Rafael Prieto | Consejero delegado de Peugeot España

La generación del 205

A partir del próximo 1 de febrero, el madrileño Rafael Prieto coge el volante de la filial española de la francesa Peugeot, que comparte el grupo PSA con Citroën. Se responsabilizará así de uno de los cinco mercados en que ha quedado dividida su presencia en Europa tras la reorganización emprendida por el nuevo jefe de la marca, Jean-Philippe Collin, hasta ahora director de compras y con el que ha trabajado desde mediados de 2006 en la sede central de París como responsable de marketing.

Tiene 44 años y se considera un profesional "100% Peugeot", más concretamente de la generación del 205, la que asegura que ha tenido la suerte de ver renacer una marca desde una situación complicada y "llegar a posiciones de referencia en el mercado, no sólo en España".

Como economista, salvo una corta experiencia en Canadá al terminar la carrera, no ha ejercido su especialidad en Hacienda pública, de la que recibió clases de su viejo profesor Álvarez Rendueles, con el que volvió a encontrarse cuando éste asumió la presidencia de Peugeot España.

Como en la época del 205, Peugeot se enfrenta también ahora a un reto importante como es sacar adelante la nueva organización del grupo establecida por Christian Streiff, que esta misma semana ha confirmado su apuesta por el mercado español y por las instalaciones de Vigo que acaban de recibir una inyección de 326 millones de euros y aspira a convertirse en la de mayor producción de Europa.

Se considera el peor golfista del mundo, un deporte que "te permite la autocrítica y te ayuda con curas de humildad, que puedes aplicar tanto en el ámbito profesional como en el personal". Y trata de aplicar también en ambos campos algunas de sus convicciones, como la de poner pasión en lo que hace, confianza en el proyecto que aborda y coraje en las decisiones que toma, algo que va a tener que demostrar de manera directa ante el comité ejecutivo de la marca del que forma parte. También trabajará directamente con el gran jefe en una clara demostración de lo que pretenden hacer: recortar los tiempos de reacción y aumentar los niveles de exigencia y eficiencia de la organización.

Trata de ser respetuoso con los fines de semana, que espera dedicar a su familia y a la formación de sus dos hijas, quizá porque considera que un ejecutivo del siglo XXI "ha de entender los valores de la sociedad en la que le toca vivir y ha de comprometerse con su tiempo".

SCIAMMARELLA

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