La segunda venida de Super Ratón
En cuanto a filosofía futbolística, Kevin Keegan es el anti-Capello. Pero el inglés y el italiano tienen una cosa en común: les han acogido a sus respectivos puestos, uno como entrenador del Newcastle United y el otro como seleccionador inglés, en plan Cristo Redentor.
Siempre es así la llegada de un nuevo técnico, pero más todavía cuando se trata de equipos como el Newcastle e Inglaterra cuyos fieles se aferran, pese a los hechos, a la noción de que pertenecen por derecho divino a las alturas del fútbol mundial.
Lo que demuestra una vez más que lo último que muere es la esperanza. O, como decía el escritor inglés Samuel Johnson sobre los segundos matrimonios, "el triunfo de la esperanza sobre la experiencia". Lo maravilloso, lo inexplicable, lo demencial del fútbol es que a lo largo de toda una vida el aficionado de un club se puede llegar a casar diez, veinte, treinta veces con un nuevo entrenador, pero la fé en que "ahora sí llegaremos a la tierra prometida" nunca se agota.
Lo mismo vemos semana tras semana. El equipo pierde un sábado por la tarde y el domingo del aficionado se arruina. Pero llega el lunes, el martes, el miércoles y, poco a poco, las pilas de la esperanza se recargan hasta que, llegado el siguiente partido, uno se vuelve a convencer de que su equipo es capaz de ganar a cualquiera. Algo parecido es lo que vive hoy la afición del Real Madrid. El partido de la semana pasada y el anterior -y el anterior- fueron horribles, aunque se ganó, pero este domingo todo cambiará; ahora sí se verá al equipo bello, seductor, con el que se soñó cuando llegó Bernd Schuster, uno de los jugadores más bellos y seductores de la historia.
El reto de Keegan, nombrado esta misma semana por el Newcastle, es parecido al que tiene pendiente el alemán y absolutamente diferente al de Fabio Capello, a quien sólo piden que haga con la selección inglesa lo que hizo con el Madrid, que es ganar como sea. Es curioso, dada la gris fealdad de esta ciudad del noreste inglés, pero la hinchada del Newcastle debe de tener en su ADN una pizca de salero español. Más juerguistas que pragmáticos, son de los que se inclinan a sacrificar la victoria -obligados a elegir- por el espectáculo; el campeonato por el jogo bonito. De modo que Keegan lo tiene más fácil que Schuster o que Frank Rijkaard, cuyos señoriales seguidores exigen ambas cosas.
Hoy, el Newcastle, que ha estado jugando un fútbol horrible durante demasiadas temporadas, va por el medio de la tabla. Pero, si Keegan ficha un par de semigalácticos y el equipo divierte, a los fans les dará igual si acaban la temporada en el mismo lugar. Con tal de recuperar la ilusión, de poder soñar con esa grandeza que creen merecer, los románticos de Saint James Park disfrutarán del verano con risueña satisfacción.
Lo cual indica que el multimillonario dueño del club, Mike Ashley, ha acertado a lo grande. Keegan, que fue uno de los mejores delanteros de la historia del fútbol inglés (le llamaban Super Ratón), es un entrenador que rebosa entusiasmo, que le encantan los jugadores vistosos y que no tiene la más mínima idea de cómo defender. Fue entrenador del Newcastle entre 1992 y 1997, época de derroche en la que se fichaba a individuos que eran más artistas de circo que futbolistas -el colombiano Faustino Asprilla, el francés David Ginola- y en la que lo típico era que el equipo venciera o perdiera 4-3. La temporada 1996-97 lo simbolizó todo: el Newcastle ocupaba el primer puesto en enero, con 12 puntos de ventaja, pero el Manchester acabó campeón.
Lo único que ganó el club durante los cinco años en los que Keegan estuvo al mando fue el campeonato de la Segunda División, pero la afición recuerda aquellos tiempos como una era dorada, un paraíso perdido. Por eso en las calles del centro de Newcastle, el viernes, las multitudes aclamaban su segunda venida -"Keegan el Mesías" y "Rey Kev" rezaban las pancartas- con apocalíptico fervor.
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