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Crisis en el PP a dos meses de las elecciones

La mayoría de los dirigentes lamenta que Rajoy dejara pudrir la crisis

Partidarios de Aguirre y Gallardón coinciden en que debió decidir antes - Nadie entiende por qué no resolvió el conflicto en verano, cuando empezó

Carlos E. Cué

Pocas veces se ponen de acuerdo los partidarios de Esperanza Aguirre y los de Alberto Ruiz-Gallardón. Son dos sectores irreconciliables, cuyos líderes, como ha quedado demostrado, están dispuestos a morir con tal de llevarse consigo al otro a la tumba política. Sin embargo, ayer había casi unanimidad entre ellos en criticar, o al menos lamentar profundamente, la gestión que ha hecho Mariano Rajoy de la crisis interna más grave vivida por el PP desde la derrota en las generales de 2004.

La mayoría de ellos, consultados ayer y en la noche del martes, consideran inexplicable que su líder, que tiene fama de retrasar todas las decisiones hasta el último minuto, haya dejado que la crisis "se pudra" hasta el punto de que le explote entre las manos, con amenazas de dimisiones cruzadas de dos de los más conocidos dirigentes del PP, a sólo siete semanas de las elecciones.

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Lo que más le reprochan al líder, aún asumiendo que la papeleta era muy difícil por el enfrentamiento a muerte que hay entre Aguirre y Gallardón, es que no hablara en privado con el alcalde y la presidenta para tomar una decisión definitiva en junio, cuando estalló la crisis después de que el alcalde reclamara públicamente su inclusión en la lista, en un acto en el que, en presencia de Rajoy, soltó esa frase que ahora se torna más hiriente: "Hay pocas cosas en política que me haya propuesto y no haya conseguido". Nadie entiende por qué Rajoy no cerró una situación que no podía tener más que un final sangriento, y por tanto era mejor solucionarla lejos del proceso electoral.

Pendientes de la reflexión

"No tiene ningún sentido lo que ha pasado. Si Mariano no tenía pensado llevar a Alberto en las listas, se lo tenía que haber dicho en verano. Y si quería, como nos ha hecho creer a todos con su silencio, tenía que haberlo gestionado de otra manera para convencer a Esperanza", sentencia un diputado, con una idea que resume una veintena de conversaciones con diputados y senadores de distintas tendencias.

El sector moderado está desolado por la exclusión de Gallardón de las listas y sobre todo por su amenaza de dimisión, aunque se ha quedado un poco más tranquilo al comprobar que el alcalde rebajaba el tono y se limitaba a decir que tras el 9 de marzo hará "una reflexión" sobre su futuro.

En la gestión del resto de las listas del PP hay división de opiniones. Todos aplauden el efecto de fichar a Manuel Pizarro -aunque muchos critican también que se hiciera tan a última hora, cuando el empresario ya había aceptado un puesto en el consejo de Telefónica-. Más inexplicable parecía ayer entre quienes defendían a Gallardón el hecho de que finalmente Rajoy haya autorizado la inclusión de seis alcaldes como cabeza de lista, entre ellos tres de capitales de provincia como Cádiz, Oviedo y Burgos. Ninguno es definitivo hasta que se aprueben hoy en el comité, aunque es difícil que esos nombres se hayan propuesto sin consensuarlos antes con la dirección nacional. "Para argumentar lo de Gallardón sería mucho mejor que no fuera ningún alcalde", advierte un diputado.

El análisis final sobre el tortuoso proceso de las listas en el que coincidían la mayoría de los dirigentes es que Rajoy ha cedido mucho ante sus barones regionales: Francisco Camps ha vetado a Eduardo Zaplana, Aguirre a Gallardón, y María Dolores de Cospedal impidió que le coloquen cuneros y puso en Cuenca a su jefa de gabinete, María Jesús Bonilla, desplazando a José Madero.

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