Cae la "ETA paralela" de Txeroki
La banda pierde su "diamante en bruto" para condicionar la campaña electoral
Fueron los servicios antiterroristas franceses los que alertaron en diciembre de 2006, semanas antes del bombazo de la T-4 de Barajas y cuando estaban encendidas todas las luces rojas sobre la vuelta de ETA a la violencia, de la existencia de una "nueva organización". No se sabía entonces de lo certero de su diagnóstico, sobre todo en lo referente al aparato militar, blindado en 2006 durante el proceso de alto el fuego por el supuesto jefe de los comandos operativos, Garikoitz Aspiazu Rubina, Txeroki.
Interior advierte de que la banda intentará atentar antes del 9-M
"El problema de la nueva ETA es que si cae se desarticula toda la estructura"
Dos operaciones antiterroristas, la de Cahors (Francia) en septiembre pasado, y la desarticulación la pasada semana del comando especial Elurra (nieve en euskera), han terminado por descorrer la cortina que mantenía a salvo a esa "ETA paralela", construida sobre la base de la obsesión por la seguridad. Pero ETA intentará condicionar la campaña electoral y como se indica desde el Ministerio del Interior, Txeroki no se va a quedar de brazos cruzados e intentará nuevos atentados de aquí al 9 de marzo. Para hacer frente a esa posibilidad, España y Francia han creado un grupo conjunto de investigación permanente en la lucha contra el terrorismo.
En Cahors, donde fue descubierta una de las guaridas principales de la ETA paralela, quedó al descubierto la nueva forma de trabajo en la dirección militar, en la que la frontera que separaba la logística y lo estrictamente militar era cuestión del pasado, algo que entonces ya sorprendió a los expertos antiterroristas.
Los cuatro detenidos en aquella operación en Francia, entre ellos el supuesto experto en la fabricación de bombas y veterano etarra, Luis Ignacio Iruretagoyena, Suni, y el lugarteniente de Txeroki, Oihana Barandalla Goñi, desempeñaban todas las funciones: logística, formación de terroristas, montaje de bombas para acciones espectaculares, secuestros, robos de coches y relación directa con los atentados. Y su apéndice perfecto para actuar en los momentos clave era el grupo ahora desarticulado.
"El comando Elurra era un diamante en bruto para la organización", apunta un experto antiterrorista.
Estaba formado por gente no fichada, no fogueada en la kale borroka, sin relación con los papeles de Susper y con una experiencia a lo largo de seis años en los que han combinado todo: mugalaris (ayuda a los etarras a cruzar la frontera en ambos sentidos), paso de armas y explosivos y grandes atentados.
"Es una auténtica ETA paralela en la que lo hacen absolutamente todo, yo me lo guiso y yo me lo como. El problema, como se demostró en Cahors y ahora con la última operación, es que cuando cae, la policía desmantela toda la estructura, de arriba a abajo", apuntan las mismas fuentes.
Con la detención parcial del comando Elurra (Igor Portu y Mattin Sarasola), etarras de fin de semana, Txeroki se ha quedado sin su principal grupo para condicionar la campaña electoral con grandes atentados como ya estaban estudiando los ahora detenidos, según la investigación, en el complejo madrileño Azca. Lo cual no implica que ETA no pueda atentar.
ETA ha tenido a lo largo de su historia otros grupos especiales, "siempre a las órdenes del capo", resalta un experto antiterrorista vasco con más de una década a sus espaldas luchando contra ETA. "Me viene a la memoria el caso del francés Henri Parot o los secuestradores de José Antonio Ortega Lara".
Parot, que dirigió el comando itinerante hasta su detención en Sevilla en abril de 1990, cuando pretendía colocar 300 kilos de explosivo en la Jefatura de Policía, dependía directamente de la cúpula etarra y su existencia era desconocida para el resto de la organización. Fue captado para ETA por Txomin Iturbe en 1978 y siempre dependió de los capos. Su trabajo en una empresa de Bayona de tubos y ensamblajes de plástico, su condición de legal (no fichado) y su nacionalidad francesa fueron el salvoconducto perfecto para actuar durante tantos años en España oculto a las miradas de los servicios antiterroristas.
Igual que ahora con el comando Elurra, cuatro jóvenes de una misma cuadrilla que entre semana trabajaban como ganadero, técnico de servicios sociales o albañil. Y en su tiempo libre facturaban los atentados clave y de impacto.
Pero una vez más se cumple la regla clave del cine negro, un mandamiento no escrito que ha jalonado también la historia de la organización terrorista ETA: "Nada permanece enterrado para siempre". Los cadáveres, los fantasmas, los zulos los comandos especiales, las organizaciones paralelas, antes o después, quedan finalmente al descubierto.
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