El voto flácido
En tiempo de análisis preelectorales, cuando personas sin duda importantes y sabias se sumergen en las procelosas aguas demoscópicas en busca del dato mágico que anticipe el resultado del 9 de marzo, me permito sugerir un concepto sociológico: el apoyo flácido, dícese del respaldo que se ofrece sin entusiasmo, incluso con desamor, cuyo discurso se resume en la siguiente frase: "Yo voto a éste, pero soy poco partidario". Apoyo flácido. No confundir con el escéptico ni con el cínico. No. El escéptico vota con distancia, quizá con suficiencia. Al cínico le da igual. Pero el flácido es creyente. El flácido fue vigoroso un día, y aspira a serlo en un futuro, pero tiene un presente flácido. El apoyo flácido es transversal.
Habrá votantes socialistas de 2004 que se sientan defraudados, entristecidos o enfadados porque ZP es poco de izquierdas, muy de izquierdas o ni chicha ni limoná. Seguro que los hay. Pero pueden consolarse pensando en cómo estarán los votantes del PP. Hay que echarle valor para votar a los mismos candidatos que pasaron de la mayoría absoluta a la oposición. Ahí sí que tiene que haber una bolsa de apoyo flácido de las gordas. Debería haber una corriente de simpatía que uniera a los votantes flácidos de partidos rivales. Los flácidos populares también tienen consuelo: "Los socialistas, con la oposición tan mala que hemos hecho, y todavía sufrirán para ganar".
¡Ojo! No confundir tampoco apoyo flácido con el apoyo revirado, que es propio de las clases dirigentes. Por ejemplo, el de Alberto Ruiz-Gallardón o Esperanza Aguirre, que votarán a Rajoy confiando en que pierda. Eso es apoyo revirado, pero no flácido. ¡Muy al contrario! El apoyo revirado se caracteriza por ser muy enérgico. Otro concepto clásico es el apoyo resignado, que consiste en respaldar a alguien porque no tienes más remedio. Toda tu vida ha sido así, y para cambiar de voto hay que cambiar de vida. Este modelo es más común entre nacionalistas. La diferencia entre apoyo revirado y apoyo resignado es que el revirado busca la derrota del líder, mientras que el resignado, no necesariamente.
Un buen líder político es capaz de conocer, con un vistazo, quién de sus compañeros de reunión es revirado, resignado, cínico o interesado. Pero no acaban de entender al votante flácido. Es posible que ahí esté la clave: en la bolsa de votantes flácidos. Lo malo es que nunca lo sabremos, porque el voto flácido pesa en la urna lo mismo que el voto entusiasta. Pero sepan los líderes políticos, mientras escrutan las encuestas, que les acecha el voto flácido. -
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