La dársena del puerto de Valencia pierde todo el 'glamour' de la Copa
Excavadoras y camiones han convertido el lugar en un paraje inhóspito
A la entrada del puerto de Valencia, en permanente estado de reconstrucción, un cartel lo advierte como si fuera el resumen de lo que ocurre dentro desde hace varios meses. Y en varios puntos del inmenso recinto la superoferta vuelve a anunciarse: Special discount up to 60%. La glamourosa tienda del Alinghi, el equipo ganador de la última Copa del América, despacha ahora en sus rebajas a 8 euros gorras que en verano se vendían a 26, ofrece camisetas de 55 euros a solo 11 y salda bikinis con el símbolo del equipo suizo a apenas 5 euros. Medio año después de que Ernesto Bertarelli, el dueño del equipo suizo, levantara la Copa de las Cien Guineas, no sólo esta tienda liquida el género, parece que todo el puerto está de saldo.
Si decenas de miles de personas caminaban a diario por los paseos ajardinados o recorrían sobre dos ruedas los carriles bici que rodean la antigua dársena, la actividad ahora sigue siendo frenética, pero sólo la que corresponde a excavadoras, camiones y obreros especializados. Un paraje inhóspito en el que la mayoría de las flamantes bases de los equipos permanecen cerradas, en el que apenas uno o dos establecimientos dan reposo al paseante y en el que los turistas tienen que mirar al suelo continuamente para no caer en una zanja. Las obras para construir el circuito de fórmula 1 en el puerto han puesto patas arriba el entorno, pero desde hace meses el aspecto de las instalaciones ya era el de un polígono industrial en día festivo.
"Es el último día que pienso venir, el carril bici está cerrado y es peligroso", aseguró el miércoles a las once de la mañana Yolanda Ruiz, de 43 años, que pedaleaba junto al esqueleto del que se publicitó en su día, con un coste de más de 12 millones de euros, como "el mayor puente ferroviario levadizo del mundo". Ahora se está desmantelando para reciclarlo en el nuevo canal del puerto. Vecina de la avenida del Puerto, Yolanda ha disfrutado del espejismo del verano pasado casi a diario. "Hasta ahora ha sido maravilloso", asegura, pero ya no quiere arriesgarse a que la arrolle un camión y volverá al antiguo cauce del Turia. De hecho, el recorrido que lleva hasta la Marina Sur, en la que no descansa ni una solo embarcación, sólo se puede hacer por la calzada de la carretera. Jardines desmontados, barro en los caminos, montañas de escombros, aparcamientos convertidos en almacenes de materiales... Donde antes había media docena de bares y restaurantes, el próximo verano circularán bólidos a 300 kilómetros por hora. Solo queda un local, el Lounge Bar Best Italy, pero está cerrado.
Aunque nadie más pasea por la zona, hay otros valencianos fieles que acuden casi a diario al puerto a pesar de todas las dificultades. Rafael López, de 71 años, es uno de los numerosos jubilados que madrugan, "desde que tenía 14 años", para lanzar la caña al agua. "Antes de la Copa del América podíamos pescar en todo el puerto", explica a las diez y media, cuando el ruido de las máquinas ya es infernal y recoge sus artes, "pero ahora sólo nos dejan hacerlo aquí". Aquí es un pedazo de muelle de apenas 20 metros acotado entre vallas metálicas en el que a veces se apiñan hasta 30 pescadores aficionados que no tienen otro sitio donde ir. José María Gómez, de 67, dice que hace dos años envió a la alcaldesa Rita Barberá una carta con la firma de 500 jubilados aficionados a la pesca pidiendo un sitio. Todavía espera una respuesta.
En las terrazas del Veles e Vents sólo hay dos visitantes. Encarna García, valenciana de 37 años, explica las maravillas vividas durante la competición a Ana Díaz, española residente en Brasil. "Ahora lo ves y te da pena", explica Encarna, "pero toda esta infraestructura tiene que aprovecharse para otra cosa". Como amante de la vela, cree que la competición no se ha aprovechado para promocionar este deporte. Pero confía en que la fórmula 1 dé otro impulso a la ciudad: "Cuando uno hace reformas en casa tiene que sufrir".
El futuro es una incógnita
La empresa creada por Bertarelli para explotar la competición, America's Cup Management (ACM), prorrogó en septiembre el contrato con el Consorcio Valencia 2007, que aúna a las tres administraciones implicadas (Gobierno, Generalitat y Ayuntamiento), lo que le permite aprovechar el recinto portuario hasta la próxima competición. Pero la sede de la 33 edición de la Copa del América es una incógnita como consecuencia del enfrentamiento que mantienen Alinghi y Oracle en los tribunales de Nueva York. Casi todas las concesiones permanecen cerradas. Por eso el Consorcio está intentando llegar a un acuerdo para hacerse cargo de estas instalaciones y que se reanude la actividad con vistas al verano. De hecho, las dos que mantiene el Consorcio en el edificio de invitados Veles e Vents, Mar de Bambú y Bianco, son prácticamente las únicas abiertas.
A los turistas no les quedan muchas más opciones. La zona comercial apenas existe. Las tiendas oficiales de la Copa permanecen cerradas. Hasta las más lujosas, como la de Prada o la del BMW-Oracle. Aparte de la del Alinghi, sólo la del Desafío Español abre sus puertas. Eso sí, con un 50% de descuento. "Este mes está todo más flojo pero los fines de semana aún viene algo más de gente", asegura la dependienta. Los tinglados también están desiertos. La mayoría siguen sirviendo de aparcamiento o de almacén.
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