La amnesia
El tiempo no vuelve ni tropieza, según escribió Quevedo. Sería en aquel entonces. Yo acabo de tropezar con Tomás de Torquemada y con María Castaña. Y con un coche Topolino. También he visto a Napoleón III de turismo amoroso en Petra, al zar Pedro el Grande practicando con su pecho lobo deportes de riesgo y al predicador Nantucket, el de Moby Dick, ese eufemismo ballenero para el eje del mal, amonestando a Hugo Chávez, que le respondía a su vez cantando Pero sigo siendo el rey. Por cierto, buen texto el corrido, dispensando, para himno de España, otro signo, el calzarle letra, de que el tiempo vuelve y tropieza. Nada de todo esto ha sido un sueño ni un colocón histórico. Está en la prensa, en las pantallas. Me han comentado que tiene una explicación etnográfica. Que hay épocas así. A los procesos de metamorfosis se le oponen seudomorfosis. Se trata de empantanar el tiempo, alcanzar la mítica "noche de los tiempos". Por ese indeseado efecto del Chronos-ádelos, vemos a Rouco como seudomorfosis del gran inquisidor, y a Esperanza Aguirre como la presidenta María Castaña. Y metidos en un Nano. ¿Cómo librarnos y librarlos de este hechizo? La solución, como siempre, es el libre mercado. Hay que poner el tiempo en el mercado para que no nos vendan seudomorfosis, tiempo gastado. Que aquellos que tanto criticaron la Ley de Memoria Histórica, no nos cuelen, de contrabando, su Ley de Amnesia Histórica. Hay gente que tiene memoria y hay gente que tiene tiempo de estraperlo. Que tiene un tiempo en propiedad inmovilizada. Y aunque sea un tiempo antiguo, un tiempo digamos feudal o señorito, pues no hace nada parado. Ahora que le han quitado el impuesto de sucesiones al tiempo antiguo, hay que ponerlo a trabajar. A rendir. Por eso nos agobian con estas bolsas de tiempo rancio. Tiempo amargado. Tiempo tropezón. No inviertan. Son subprime. Seudomorfosis. Hipotecas basura.
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