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Reportaje:

Del Don al Atlántico

El ruso Rosínsky, radicado en A Coruña, gana fama como compositor

La vida de Vladímir Rosínsky (Rostov del Don, antigua URSS, 1962) es como una aventura viajera. A los seis años fue trasladado a Norilsk, en el extremo norte del país, y luego a Siberia. Finalizados sus estudios de viola con diploma de honor, trabajó en varias orquestas siberianas hasta su traslado a Viena para ampliar estudios, en 1990. Cinco años después, Rosínski recaló en A Coruña, donde se estableció como violista de la Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG). Esta tarde, a las 20,30 horas, la orquesta dirigida por Tuomas Ollila-Hainikonen y con Ruslana Prokopenko como solista, interpretará en el Palacio de la Ópera el estreno absoluto de la una composición de Rosínsky, Concierto para violonchelo y orquesta.

Vivió en Siberia, se formó en Austria y desde 1995 es violista de la OSG Todo parte, dice, "del momento en que nace el impulso interior"

Considerada desde siempre como un paraíso para melómanos, no se puede decir que Viena lo sea también para los estudiantes. Éstos tienen que ganarse la vida trabajando duramente, como hizo Rosínsky en diversas agrupaciones de cámara y orquestas durante su residencia en la capital austriaca. Al tiempo, realizaba sus estudios de composición con Erich Urbanner, en la Wienner Hochschule.

Los primeros frutos de su esfuerzo fueron la profundización de sus conocimientos sobre técnicas compositivas y el desarrollo de su personalidad como compositor por encima del academicismo vienés, en la mejor tradición de sus antecesores soviéticos exiliados tras el estalinismo. La belleza de sus obras nace de su gran emotividad expresiva, basada en su dominio de la polifonía, armonía y color orquestal, una escritura instrumental idónea y gran variedad de ataques.

El reconocimiento público le vino con el primer premio del concurso de Wienner Internationaler Wettberb für neue musik (1992). En 1993 adoptó la nacionalidad austriaca y desde 1995 reside en A Coruña, contratado por la OSG. Esta orquesta ha estrenado varias de sus obras sinfónicas, como la Música para percusión, viento y cuerdas, la Sinfonía para dos violas y grupo de rock, o el poema sinfónico Poseidón und Amfitrite, que también han tenido gran éxito en otras ciudades de España, Austria y Centroeuropa.

Si la composición de una obra supone para Rosínsky "un modo de expresión personal, a la vez que artístico", el proceso de creación de una obra es en él una dura y larga gestación. Declara que todo parte siempre "del momento en que nace un impulso interior" y "sólo cuando se reúnen suficientes impulsos, se empieza a pensar en la forma de la obra, los medios materiales y los posibles intérpretes". Así, estrenar el Concierto para violonchelo supone dar a luz el fruto de cuatro años (2002-06) de sentimientos y decisiones.

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Para esta obra "el primer impulso fue escribir un concierto para viola d'amore y orquesta de cámara". Parte de los temas del concierto nacieron de ahí, pero el impulso decisivo llegó "hace dos años, al oír tocar el dúo de chelo y piano en el Concierto nº 2 para piano y orquesta de Brahms". Interpretaba Ruslana Prokopenko, principal violonchelista en la Sinfónica y esposa del compositor. "A partir de ahí, sólo quedaba lo más fácil: escribirlo", dice, como si escribir cientos de miles de notas y convertirlas en un concierto fuera una nimiedad.

Entre sus próximos proyectos está el estreno austriaco en Bregenz, el próximo 29 de febrero, de Música para cuerdas sin violines, post-epitafio, obra derivada de su Recuerdos de Viena, epitafio. Posteriormente, en el transcurso del Festival Dos días, dos noches de Odessa, el estreno en Ucrania de esta última. En ambos casos, dirigidas por el propio autor. El concierto de esta tarde se completa con la obertura Helios, de Carl Nielsen, y el poema sinfónico Los planetas, de Gustav Holst. Un programa muy coherente: sus tres obras representan distintas miradas sobre el universo, sus fuerzas y su visión por el hombre. En Helios, se presenta la contemplación del movimiento del sol durante un día; el Concierto para violonchelo de Rosínsky encarna la lucha del hombre con las fuerzas incontrolables del cosmos y, finalmente, Holst realiza una proyección de los distintos caracteres humanos sobre las figuras de los planetas.

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