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Reportaje:Las consecuencias del clásico

Pepe no baila samba

El central del Madrid acalla con su actuación en el Camp Nou las críticas por haber costado 30 millones de euros

Diego Torres

"Me estoy empezando a sentir más cómodo", dijo Pepe antes de viajar a Barcelona a jugar el clásico; "¡me sentí muy seguro de mis posibilidades desde que, por fin, hallé casa en Madrid!".

Pepe, que vivió en un hotel hasta hace poco tiempo, regresó del Camp Nou convertido en uno de los héroes del triunfo del Madrid sobre el Barça. Sus mano a mano con Eto'o y Ronaldinho sirvieron para medir su temple competitivo en el escenario más exigente. De todos los duelos salió reforzado.

Cuando acabó el partido, Pepe había cerrado el debate sobre su traspaso. Si quedaba alguna duda sobre las razones que impulsaron al Madrid a pagar 30 millones de euros por él al Oporto, el defensa dio argumentos profundos para disiparlas. En una hora y media tuvo de sobra para confirmar, en un marco tan exigente como el Camp Nou, que sus primeras semanas en el club no servían para calibrar su carácter. Si durante el Trofeo Carranza se mostró irreflexivo y marrullero, si frente al Sevilla en la Supercopa careció del sentido de la medida, demostró que no había que juzgarlo por aquellos lances. Después de su expulsión ante el Sevilla hizo una solicitud a sus críticos: "Si me tienen que valorar, pido que no lo hagan empezando por lo peor que hay en mí".

"Físicamente, es un superdotado. Es rápido porque es elástico"
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Como central, Pepe lo tiene casi todo. Hasta diciembre, sólo le faltaba una casa en Madrid. La vivienda no es un tema menor. Para el portugués, de origen brasileño, la vida doméstica es la piedra fundamental de su carrera. Así lo puede atestiguar su esposa, Sofía, la única persona que estuvo presente en sus celebraciones. Durante su estancia en el Oporto, nunca se fue de fiesta con sus compañeros para cantar los títulos. A pesar de ser una de las referencias más importantes del equipo, prefirió la intimidad del hogar a los bailes tribales en las discotecas. De modo que fundar un hogar en Madrid era importante para que pudiera acudir tranquilo al Camp Nou.

José Mourinho se fijó en Pepe cuando jugaba en el Marítimo. Dicen que dos cosas llamaron la atención del entrenador: las condiciones atléticas y la naturalidad con que desplazaba el balón. El Oporto le fichó por tres millones de euros con el fin de situarlo como pivote defensivo, tal y como había querido Mourinho. En esta posición no jugó muchos partidos. El primero en retrasarlo fue Co Adriaanse. Le acusaron de emplear una táctica "suicida" cuando decidió jugar con tres defensas. El libre fue Pepe. Fue entonces cuando la hinchada percibió que se trataba de un defensa especial. Era la clase de zaguero que siempre intentaba dejar su sello en los partidos. "Un día le vimos subir por el carril del 10 y en la siguiente jugada estaba en el lateral derecho marcando a un rival", recuerda Lucho González; "era increíble. Estaba en todos lados".

Los preparadores físicos del Madrid aseguran que están ante un atleta excepcional. "Físicamente, es un superdotado", explican; "hay dos formas de ser rápido. Porque eres fuerte, cosa que se puede entrenar trabajando la potencia. O porque eres elástico. La elasticidad muscular no se entrena. Es genética. Es la condición imprescindible para ser saltador de altura o de longitud. Pepe tiene este don: músculos largos y elásticos, repletos de fibras rápidas. Cuando corre o cuando salta, progresa fácilmente porque rebota. Como una pelota de goma".

Pepe, que técnica y físicamente lo tiene todo, no quiso sentir que no tenía el aprecio de sus nuevos compatriotas. Nació en Maceio, en Brasil, pero desde que llegó a Madeira luchó por integrarse. A tanto llegó su abnegación para que le considerasen un portugués como los nativos que su mujer asegura que, antes de ir convocado por primera vez con su selección, practicó el himno en su casa para memorizar la letra y pronunciarla sin acento brasileño. Ahora habla con acento portugués. En su esfuerzo por ser uno más, dejó hasta de bailar la samba.

Ante el Barcelona, el cuarto jugador más caro de la historia del Madrid jugó para que le dejasen de considerar un mero fichaje. Siempre dijo que era un madridista y que lucharía por demostrarlo. Sus antecedentes bien valen un voto de confianza.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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