_
_
_
_
Análisis:17ª jornada de Liga
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La política pierde al Barça

José Sámano

Cuestión de principios: Schuster se matriculó en un clásico como entrenador; Rijkaard opositó de nuevo sin éxito al cuerpo diplomático. Como consecuencia, el Real Madrid fue el Real Madrid, con todas sus señas de identidad, fiel al ideario que le distingue como un líder intachable, fuera del angular de sus perseguidores. Schuster ha enhebrado un colectivo sin grietas, sólido, convencido de su descomunal pegada, fortalecido por un espíritu gremial elogiable y en el que nadie tiene privilegios. Hoy, Baptista se siente entronizado, mientras Guti espera su regreso; Robben, el fichaje estrella del verano, no tiene otro remedio que admitir su retraso por cuestiones médicas. Todos se sienten tan respaldados por las innegociables convicciones de su técnico. Ahí está el caso de Van Nistelrooy, el puñal del equipo, el mejor titán en Barcelona, a destajo toda la noche, de área a área, sabedor de que no hay prebendas en este grupo. Enfrente, a Rijkaard le dio un ataque de nostalgia y rescató a Deco y Ronaldinho, dos anclas con el pasado. Una jugada política que lastró al Barça, contaminado por dos futbolistas de otra época y por el diabólico mensaje de su entrenador, que tirita cuando el equipo se examina en casa y hace un falsete cuando viaja al exterior. Rijkaard tuvo una ocasión de oro para pilotar la transición hacia Bojan o Giovani, o incluso para mandar un mensaje solidario a la plantilla con un envite por Gudjohnsen, capital ante el Stuttgart y el Valencia. No fue así y se entregó a las etiquetas de sus antiguos pretorianos, abandonados a sí mismos desde hace tiempo. El Barça se colgó de su pasado mientras el Madrid se aferraba a su presente, preludio de un futuro soleado.

A Rijkaard le dio un ataque de nostalgia y rescató a Deco y Ronaldinho, dos anclas con el pasado
Más información
Imperial Madrid, caduco Barça

Con su teoría piramidal de este circo, Rijkaard enterró a los azulgrana, mucho más lejos de su adversario de lo que finalmente delató el marcador. La diferencia entre uno y otro equipo la marcaron Pepe y Cannavaro, que anularon por completo a Eto'o, Ronaldinho y compañía. Tan melancólico y conservador se volvió el míster holandés que en un ataque de pánico hacia su político presidente alistó en el equipo titular a dos jugadores que acaban de dejar la enfermería (Eto'o y Deco) y a otro que lleva curso y medio de caprichoso absentismo (Ronaldinho). Tan condicionado electoralmente, el Barça cambió de geometría, se la jugó sin extremos, uno de sus mejores credos desde los tiempos de Johan Cruyff, con el gaucho e Iniesta de postizos por las orillas, incapaces de ensanchar el campo de acción a la defensa madridista. La impotencia blaugrana fue total, con el equipo desnaturalizado, dictado desde los despachos, no desde la razón deportiva. El Madrid le ofreció la mejor respuesta posible: un espíritu por encima de sus apellidos. Fue el Madrid más genético, ese conjunto que, efímeras galaxias al margen, casi siempre se ha destacado por su envite sindicado, sinfónico, de este juego. A lo largo de su historia, para bien y para mal, el Barça ha sido una entidad al servicio de un solista. Esta vez, los tiempos de Ronaldinho han pasado. Rijkaard y Laporta lo saben tan bien como Begiristain y el resto de consejeros, pero la política nunca ha sido la fuerte de este club, por mucho que socialmente se haya sentido, y quizá lo sea, más que un club. El fútbol tiene sus leyes. Schuster parece conocerlas; Rijkaard, seguramente también, pero se resiste arrollado por las entrañas de una institución incapaz de jubilar a tiempo y honoríficamente a sus héroes. O se les condena de mala manera o perduran más de la cuenta. Ronaldinho, y lo que supone su puesta de escena en un clásico como el de ayer, lo simboliza como nadie. Con él, el Barça pierde el tiempo mientras la arquitectura del Madrid progresa cada jornada. Una transición y otra nada tienen que ver. Cuestión de política, cuestión de fútbol.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_