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Crítica:MUSICAL | Mamma mia!
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Para incondicionales

Si en la década de los setenta eran ustedes fans del mítico grupo sueco de música pop ABBA, si lamentaron su disolución en los ochenta, si en cuanto pueden rescatan las plataformas, las lycras y el glittery y se marcan unos play-backs por parejas, si ya no saben qué hacer para seguir con la estela que dejaron Agneta, Benny, Björn y Anni-Frid y quieren recuperar sus hits en versión castellana, éste es, sin duda, su musical. Mamma mia! fue concebido con este fin. Estrenado en Londres en 1999, su fórmula es más fácil y exportable que la de la Coca-Cola: una estructura argumental simple y algo ingenua permite enlazar un tema musical tras otro, aderezarlo con coreografías corales también sencillas, traducirlo a varios idiomas y venderlo. Actualmente hay 12 producciones de Mamma mia! por todo el mundo.

MAMMA MIA!

Música y letra de las canciones: Benny Andersson, Björn Ulvaeus. Escrito por Catherine Jonson. Dirección: Phyllida Lloyd. Coreografía: Anthony Van Laast. Intérpretes principales: Nina, Muntsa Rius, Roser Batalla, Albert Muntanyola, Xavier Mestres, Carles Sánchez, Mariona Castillo, Juan Vázquez. Barcelona Teatre Musical, 12 de diciembre.

Lo que importa son las canciones, el resto es puro envoltorio. Los personajes pueden ser tan planos como Sophie -la joven de 21 años que está a punto de casarse-, como Sky -su prometido-, como Donna -la madre que, un verano loco de hace 21 años, se enrolló con tres tíos-, como Sam, Javi y Bruno -los tres tíos-, como Tanya y Rosie -las amigas separadas o divorciadas, en cualquier caso marchosas, de Donna-. La trama puede ser tan improbable como la que sigue: Sophie se hace con el diario íntimo de su madre y descubre que tanto Sam, como Javi o Bruno pueden ser su padre, así es que decide invitarles a su boda a espaldas de la madre para deshacer el entuerto, y ellos, sin pensárselo dos veces, viajan hasta una isla griega, que es donde viven las dos, para asistir a la boda de una joven que no saben que existe más de 20 años después de no tener noticias de la madre. La gracia de los musicales es que son capaces de hacer posible lo imposible con buenos temas y las canciones de ABBA para muchos lo son. Esta historia, además, tiene cierto gancho, porque se trata de averiguar cuál de los tres será el padre de la chica. Así es que incluso el envoltorio puede ser de un todo a cien: apañado, vistoso, pero de dudosa calidad: mucho sintetizador (hay temas que, de no ser por el estribillo, cuesta reconocer), mucho ball-change, algún que otro giro, levantamientos, voces amplificadas (por cierto, no recordaba que la de Nina -Donna- fuera tan baja) y poco más. El público adulto de una edad corea las canciones y sigue el espectáculo con esa sonrisa bobalicona que da la nostalgia; los jóvenes se enganchan al pop de antes o se quedan con la espectacularidad de unos focos y unas luces (para que luego digan que nuestros adolescentes son difíciles), y los más pequeños, con una salida en familia.

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