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Las incertidumbres de la contaminación

En las últimas semanas se han publicado diversas noticias sobre la contaminación del aire y del agua de la ciudad de Barcelona. La incredulidad con la que se contemplan los efectos de la contaminación química es similar a la que ha existido en los últimos años respecto del cambio climático. Pero mientras que éste se puede ver como una amenaza próxima pero futura, los efectos nocivos de la contaminación química han actuado en nuestro pasado reciente, están actuando en nuestro presente y, si no actuamos para reducirla sustancialmente, seguirán actuando sobre las generaciones futuras.

En nuestro entorno más inmediato, el pasado mes de septiembre un exhaustivo y riguroso informe, realizado por el Instituto Municipal de Investigación Médica (IMIM-Hospital del Mar) y el Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental de Barcelona, por encargo de los departamentos de Salud y Medio Ambiente de la Generalitat, ponía de manifiesto, entre otras cosas, que la reducción de la contaminación atmosférica en el área metropolitana de Barcelona comportaría grandes beneficios para la salud pública de sus ciudadanos.

Conociendo los efectos de la contaminación química podremos ejercer una mayor presión social

Hace ya unos años, por encargo del Ayuntamiento de Barcelona, tuvimos la oportunidad de realizar un estudio de la materia particulada de la atmósfera de la ciudad de Barcelona y ya entonces constatamos que la mayor contaminación procedía del tráfico rodado. En el mencionado estudio, pionero en España, estudiamos la composición química de la materia particulada de la atmósfera de Barcelona menor de 10 micras (PM10) y evaluamos si los compuestos en ella presentes tenían la capacidad de producir mutaciones.

¿Por qué querer conocer si hay productos mutagénicos en la materia particulada respirable? Porque un producto mutagénico es potencialmente cancerígeno. Hace pocos días, en este mismo periódico, el eminente investigador del cáncer Mariano Barbacid decía: "No hay cáncer si antes no se producen mutaciones". Es verdad que el proceso de desarrollo de un cáncer es largo y complejo, particular para cada individuo, y que sólo se manifiesta si una serie de sucesos que provocan su aparición no son contrarrestados por otros que forman parte de nuestros mecanismos de defensa moleculares y celulares. Sin embargo, en cualquier caso, existe un desencadenante inicial que es una mutación. Esta mutación puede producirse por causas físicas, como los rayos ultravioleta o los rayos X, por causa biológica por los virus oncogénicos o por productos químicos mutagénicos.

Los resultados de nuestro estudio pusieron de manifiesto que la materia particulada de Barcelona estaba enriquecida con compuestos agrupados con el nombre de hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP) que presentaban una elevada capacidad mutagénica. Uno de ellos era el benzo(a)pireno, presente también en el humo de los cigarrillos. Pero también pudimos verificar un fenómeno preocupante: los HAP, una vez liberados a la atmósfera, reaccionan con los óxidos de nitrógeno produciendo unos compuestos nuevos, los nitroarenos, como el nitrobenzo(a)pireno, que presentan un potencial mutagénico mucho más elevado que los HAP. Señalemos que en Barcelona los óxidos de nitrógeno constituyen el segundo parámetro que alcanza valores excesivos.

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Y es que la atmósfera se comporta como un reactor. No sólo los distintos contaminantes presentes en la materia particulada de la atmósfera pueden reaccionar entre sí, sino que muchos de ellos pueden ser transformados en nuevos productos por efecto de los rayos ultravioleta (fotooxidación) o por su oxidación por el ozono. Ahora bien, lo preocupante de esta realidad es que en la mayoría de los casos desconocemos la estructura química de estos nuevos productos, y si desconocemos su estructura, también desconocemos su toxicidad. Llegamos a la conclusión de que, en el campo de la contaminación química, los científicos también nos movemos en la incertidumbre. Ahora bien, creemos que el conocimiento de una parte de la realidad nos debe llevar a mejorar nuestras metodologías de evaluación, pero también a apoyar sin dilación medidas que permitan reducir la presencia de contaminantes en nuestro entorno.

Por todo ello consideramos que es bueno y necesario que los ciudadanos conozcan la gravedad de los efectos de la contaminación química que nos rodea y puedan ejercer una mayor presión social que acompañe las actuaciones de los técnicos y políticos que tienen la valentía de advertir de la peligrosidad de ciertos contaminantes o de poner en marcha medidas incómodas, que pueden suponer contratiempos para los ciudadanos pero de las que nuestra salud va sin duda a beneficiarse. Sólo así podremos ayudar a contrarrestar las presiones procedentes, por ejemplo, de los sectores interesados en la automoción privada, y tal vez contribuiremos a estimularlos para que, en vez de criticar algunas de las medidas emprendidas por las administraciones públicas, lleven a cabo mayores inversiones en la mejora de sus procesos desde el punto de vista ambiental y de la salud pública.

Anna Maria Solanas es profesora titular de Microbiología de la Universidad de Barcelona.

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