Sustituciones
La representación del sábado estuvo marcada por constipados y laringitis: a la ya anunciada sustitución de Marcello Giordani por Yonghoon Lee (en el papel de Don Carlo), se añadieron, el mismo día del estreno, la cancelación de Carlos Álvarez (Rodrigo) y Nadia Krasteva (Princesa de Éboli), sustituidos, respectivamente, por Ventseslav Anastassov y Ana Smirnova.
El público pareció solidarizarse con los cantantes enfermos y tosió todo lo que pudo y quiso, especialmente en los momentos más delicados, como la introducción orquestal a la primera escena del tercer acto, con bellísimos solos de violonchelo, bordada por Maazel y todos los instrumentistas. Por otra parte, fue también esta escena la mejor en cuanto a las prestaciones de Orlin Anastassov como Felipe II, tanto en Ella giammai m'amò como en su dúo con el Gran Inquisidor, donde le dio cumplida réplica Eric Halfvarson. La soledad del rey y su compleja relación con el poder de la Iglesia se hicieron bien patentes, y justamente era esa la intención de Verdi.
DON CARLO
De G. Verdi. Solistas principales: Orlin Anastassov, Yonghoo Lee, Ventseslav Anastassov, Ángela Marambio, Ana Smirnova, Eric Halfvarson. Coro y Orquesta de la Comunidad Valenciana. Dirección musical: Lorin Maazel. Dirección de escena: Graham Vick. Palau de les Arts. Valencia, 15 de diciembre de 2007
El coreano Yonghoon Lee lució un instrumento importante en cuanto a color y potencia. Deberá ahora profundizar en el control de sus recursos, tanto en el aspecto vocal como en el escénico, pero su juventud le concede aún tiempo para ello. En cuanto a Ventseslav Anastassov y Ana Smirnova -los otros dos sustitutos-, con apenas unas horas para afrontar el estreno, tuvieron un rendimiento bastante más que digno. Ángela Marambio (Isabel de Valois) lució un color más bonito en la media voz que en el canto pleno.
La producción, de la Ópera Nacional de París, no corroboró la fama de rompedor que se atribuye con frecuencia a Graham Vick. Resultó eficaz en el aprovechamiento de la inmensa caja escénica del Palau de les Arts, para empequeñecer y relativizar a todos los personajes (Felipe II incluido). Mostró una adecuada utilización de la cruz y de la oscuridad como alegorías de la Inquisición. Falló sin embargo, por completo, en el Auto de fe, que parecía una procesión de pueblo y cuya dirección de actores arruinó todo el drama construido hasta ese momento.
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