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Columna
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El bulldog

Antonio Elorza

Cuentan que al ser disueltas en 1933 las Cortes Constituyentes, algunos quisieron gastarle una broma a Gregorio Marañón, diputado y fundador de la Agrupación al Servicio de la República. Le regalaron un grueso volumen en cuyo lomo podía leerse algo así como "Gregorio Marañón. Discursos parlamentarios". En el interior sólo había páginas en blanco, porque efectivamente el famoso médico no había pronunciado allí una sola palabra.

Verdadera o falsa, la anécdota encaja bien con el contenido del libro que sobre la personalidad humana y política del presidente Zapatero acaba de componer Suso de Toro. Por lo menos en lo que se refiere al pensamiento político del estadista leonés, el lector repite la experiencia de su correligionario socialista Eguiagaray, expresada en un comentario cuando aquél presentó su afortunada candidatura al liderazgo del PSOE: su aportación al partido era nula. "Éste no ha abierto la boca", dijo, mientras al lado Zapatero se mantenía impasible, consumiendo un plato de sopa.

Ahora se trata de un silencio charlatán, por usar la expresión de la lingüista Régine Robin. De Zapatero se habla muchísimo en el libro. Habla él, hablan sus familiares, hablan sus fieles, habla Maragall. Nos enteramos de que era socialista desde muy pronto, pensando en la figura de su abuelo fusilado, que se enamoró de su actual mujer con entusiasmo y para toda la vida, que amó a su madre y que sus dos hijas son la sal de su existencia, que mira a España cargado de esperanza y, en fin, nos enteramos a pesar nuestro de muchas más virtudes triviales, expuestas además con una retórica y una pleitesía empalagosas.

Se nos dice que "el tipo nuevo" cuyo "advenimiento" se esperaba, (sic) encaró el poder con "un proyecto" bajo el brazo. Luego, a la hora de contar de qué iba tal proyecto, vacío, encubierto de vez en cuando mediante generalidades. Porque es nada soltar dos tópicos sobre una España plural en el plano de las lenguas, sobre el autogobierno de las comunidades como "reconocimiento político de la identidad" o sobre una vocación reformadora reducida al matrimonio de homosexuales. Y añadir que "socialismo es libertad". De la problemática de reforma o disgregación del Estado en esa "España que no está cuajada" (sic), de los grandes temas de política exterior, de inmigración o desigualdad, ni palabra.

Para encontrar una explicación a este extraño viaje por un mar de agujeros, que recuerda al del Submarino amarillo de los Beatles, conviene remitirse al prólogo que Zapatero firmó hace dos años para el libro De nuevo el socialismo, de Jordi Sevilla. En una exposición disparatada, pero ilustrativa, Zapatero nos dice nada menos que "ideología significa idea lógica y en política no hay ideas lógicas". Quedémonos con lo segundo y con el razonamiento que sigue, subrayando que en la política no cuentan las ideas, ni por deducción ni por inducción, sino las diferentes opciones de cara a unos objetivos. Más que pragmatismo, puro oportunismo en un juego cuya meta consiste en maximizar el propio poder.

Es una buena clave para entender políticas que pueden parecer incomprensibles, tanto en el caso vasco como en el catalán, respecto de Cuba, el Sáhara o los viajes del Rey. Elección racional desde sí y para sí. Posmodernidad.

No faltan revelaciones de interés en Madera de Zapatero. Así, en los antípodas de la libertad como no-dominación de su supuesto maestro Philip Pettit, la centralidad del mando como núcleo de la acción política, sin debate ni posibilidad de desobediencia. Botón de muestra, cuando cambia de destino a López Aguilar: "Que te he dicho que te vas a Canarias. Te quiero a muerte (sic), pero te vas a Canarias". Amén. Y sobre todo, los relatos cruzados sobre la habilísima trama de jugadas y contactos, con Felipe González incluido, que desde su nada le permite llegar a imponerse en el Congreso del PSOE. Mando y maniobra, sus bazas políticas. Al servicio de una enorme ambición. Ya de niño tenía algo especial que "en cierta medida me hizo príncipe".

Con esa autoestima no importan los deslices en las referencias intelectuales y puede permitirse hacer un cotejo de filósofos para proclamar a María Zambrano superior a Ortega. Quedará constancia en el AVE.

A veces una personalidad política resulta asociada con un animal: Clemenceau, el tigre; Berlusconi, el caimán. Buen conocedor de su amigo, en la presentación del libro, Suso de Toro calificó a Zapatero de "un bulldog". Fuerte, no muy inteligente, de apariencia tranquila, callado, pero que cuando muerde de improviso no suelta la presa. Inmejorable.

(Los lectores supervivientes pueden pasar a las Cartas a un joven español, de José María Aznar, o, más les vale, a las precedentes Cartas de un joven español, de Ortega y Gasset).

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