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Necesidad de misericordia

"Soy frágil como todos los humanos y como todos tengo la necesidad de la misericordia". Así acabó el arzobispo de Granada la última homilía antes de ser juzgado en la que fuera su única muestra de debilidad desde que llegara a la ciudad. De hecho, quienes lo conocen lo consideran una persona inflexible, autoritaria y convencida de estar en posesión de la verdad.

Francisco Javier Martínez llegó a Granada dispuesto a no pasar inadvertido. Una de sus primeras medidas fue la creación de un instituto teológico que desplazó a la facultad de Teología, a la que prohibió el acceso de seminaristas. Tras las primeras quejas, a los seminaristas se les prohibía el uso de Internet, se les limitaban las horas de televisión y se les condenaba a un duro horario de entrada y salida del seminario.

El segundo caso que saltó a los medios de comunicación fue la expulsión de una religiosa extranjera, basándose en su condición de inmigrante. Después llegó la denuncia por el libro catedralicio y la del ex canónigo de la catedral, que llevaría a Martínez a los tribunales, para finalmente ser condenado.

A petición de unas monjas de la localidad, el arzobispo también ordenó el traslado de Gabriel, conocido como el cura de los senegaleses. A las religiosas les habían molestado algunos de los métodos del joven párroco, que daba catequesis en un polideportivo y que recibía a inmigrantes sin papeles y sin hogar en su propia casa mientras conseguían un trabajo. El pueblo se levantó contra Martínez e incluso se convocó una huelga de hambre.

El pasado mes de noviembre, un grupo de 132 sacerdotes firmó un documento muy crítico contra su gestión en el que mostraban su descontento por la crisis abierta en la facultad de teología, los gastos excesivos de la diócesis y la marginación que han sufrido algunos sacerdotes.

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