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Columna
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ETA en la puerta de Alcalá

¿Podía perderme el placer de asistir al primer acto unitario contra el mafioso terrorismo -y valga la redundancia- de ETA, en el que participaban el PSOE y el PP desde los días en que Jerónimo de Quintana fundó aquella congregación de carácter benéfico, acogida a la sagrada advocación de san Pedro, para sacerdotes nacidos en la Villa y Corte? Volaban los primeros decenios del siglo XVII y, mientras el extraordinario clérigo Jerónimo de Quintana escribía con ardor febril su Historia de la antigüedad, nobleza y grandeza de la coronada villa de Madrid, ya Zapatero y Rajoy juraban, respectivamente, por los reyes de León y por el rey de Galicia don Manuel Fraga Iribarne, que nunca irían juntos a una concentración contra ETA. Era feliz, la víspera siciliana de la concentración, porque nada menos que 17 partidos y organizaciones sociales habían llegado a un acuerdo para concentrarse en la puerta de Alcalá y clamar: "Por la libertad, para la derrota de ETA". Y acordándome del lema de un poema de Cavafis en el que se dice que los sabios ven lo que se avecina, en mi afán de poner a prueba mi sabiduría, a las tres de la tarde del lunes comencé a preguntarme: ¿Cuántas personas asistirán mañana a esta concentración? ¿100.000? ¿600.000? ¿O quizá millón y medio, porque los 17 partidos y organizaciones sociales han convocado con ardor bélico a sus huestes y van a embotellar Madrid -un poco más, se entiende- los autocares de manifestantes llegados de Alcalá de Henares, de Aranjuez y de Soto del Real, célebre por una prisión donde algunos etarras cumplen sus levísimas penas si las comparamos con los estragos de los crímenes perpetrados?

Mi primera reacción futbolística fue: me he equivocado de concentración

En esos momentos de la elucubración también pensé que tanto el PSOE como el PP huyen a marchas forzadas hacia el centro y yo también pensé: muchacho -apelo a mi primera juventud cuando quiero hacer un buen cálculo-, nunca olvides que la virtud está en el centro. Por tanto, no va a haber ni 100.000 ni millón y medio de manifestantes: se concentrarán, me dije, unos 750.000 patriotas.

Llegué a la concentración de la Puerta de Alcalá y, por mi afición a la exactitud, empecé a contar: López Garrido, Rajoy, Aguirre, Ruiz-Gallardón, Trinidad Jiménez, Pedro Zerolo, y seguí contando a la gente uno por uno, y no me lo podía creer: allí había exactamente 7.500 personas. Mi primera reacción futbolística fue: me he equivocado de concentración. ¿Es posible que haya venido tan poca gente? Pregunté a la gente que tenía a mi lado -quiero decir a la gente que tenía relativamente cerca porque, al haber tan pocos manifestantes, disfrutábamos de un espacio holgado- si ésa era la concentración convocada por los partidos contra ETA y sin vacilar me contestaban que sí. Entonces, ¿cómo es posible que haya venido tan poca gente? Y con esta pregunta quedé en ridículo. Pero, ¿cómo que ha venido poca gente? Es un gran éxito que, habiéndose empeñado todos los convocantes en que aquí no apareciera ni dios, nos hayamos reunido tanta gente como para formar -con suplentes incluidos- media docena de equipos de fútbol.

Como recuerdo del éxito de la concentración me llevé a casa una pancarta que quedó clavada en unas cajas de basura de la acera de los impares de la calle de Alcalá. Uno de sus tres textos dice: "Crispar ayuda a ETA". La concentración obnubiló tanto mi cerebro que mi primera interpretación del texto fue ésta: interpreté la palabra ayuda como un sustantivo que funcionaba como complemento directo del infinitivo crispar y me revolucionó el cerebro como si estuviera leyendo las Soledades, de Góngora. "Crispar ayuda a ETA" quiere decir, me dije, que tenemos que montarle la bronca al PNV para que no ayude a ETA, dado que subvenciona a las familias con etarras muertos.

"Crispar ayuda a ETA", por parecerme en un principio un texto pésimamente redactado, dado que me estaba obligando a encontrar la interpretación perdiéndome por los cerros de Azpeitia, me indujo a varias interpretaciones delirantes. Luego, casualmente, vi mi pancarta en un telediario -¡qué emoción sentí!- y la televisión me arregló la sintaxis del texto. Y me dije: Crispar es un infinitivo sustantivado y funciona como sujeto. Y ayuda es un presente de indicativo del verbo ayudar. La frase significa, pues, que el crisparnos le ayuda a ETA. Y ¿qué significa ETA?: Euskadi ta Askatasuna (Euskadi y Libertad). Que curioso: también el lema de la convocatoria apelaba a la libertad, una voz, pues, tan útil para los demócratas como para los mafiosos.

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