Política buena y mala
En el movimiento estudiantil antifranquista siempre había un punto al final de la tabla reivindicativa que suscitaba grandes controversias. Era la petición de dimisión de decanos, rectores o ministros. Normalmente, el argumento más repetido en contra de la inclusión de la consigna tenía que ver con la imposibilidad de conseguirlo en aquel contexto autoritario y, sobre todo, con una convicción que venía a expresarse como sigue: "Total, si dimite éste, nos van a poner otro igual o peor. Lo que falla es el sistema".
Ninguno de estos argumentos suele repetirse en la actual democracia institucional y tampoco ha sido invocado en las últimas peticiones parlamentarias de dimisión de la ministra de Fomento. Quizás los he echado menos en este caso porque, independientemante de la desastrosa gestión de la ministra y la proyección de su imagen pública, que parece diseñada por el peor enemigo, lo cierto es que a tan poco tiempo del cambio de gobierno muy poca o nula operatividad iba a tener ese cambio ministerial , más allá de la simbología político-electoral. Mucho más fácil que discernir el disputado resultado de las próximas elecciones generales, está la obviedad de que, si ZP repite, Magdalena no será ministra. Por lo menos, desde esta Galicia "de mierda" (recuérdese el lamentable gazapo de la ministra), cruzo los dedos para que a esta señora la vida le reserve otras ocupaciones.
Todo suma en beneficio de Galicia y de su ciudadanía si lo inspiran la razón y la justicia
Hace muy pocas semanas reivindicaba este opinador melancólico desde estas mismas páginas la activación de determinadas transferencias y, explícitamente, la de tráfico. Entre la niebla de mi ofuscado discernimiento político no contaba yo con la alianza táctica de las circunstancias que han llevado a que, una vez más, lo que pasa en Cataluña repercuta en Galicia, incluso esta vez algo tan nefasto como el colapso de sus trenes de cercanías. En ese envite creo que el BNG ha actuado con la máxima inteligencia para lograr lo que había sido negado por la vía del díálogo institucional. Brilla, sobre todo, lo justo y razonable de esa reivindicación por parte de Galicia frente a la absurda superstición centralista de hace pocos días que negaba con muy malos argumentos la evidencia de la conveniencia de estas transferencias y de la liquidación (en lo posible, por tarde) de la "deuda histórica". Esto es la buena política frente a la mala, porque al final (incluso sobre el aspecto transaccional del asunto) ha ganado la sensatez y justeza de una reclamación y ha quedado en evidencia la irracionalidad centralista a la que culaquier cosa sirve (hasta lo más absurdo) para fanatizar la España unida frente al estado plurinacional. Porque si hubieran valido de base los argumentos utilizados hasta ahora desde el Gobierno de España para negar esas transferencias y compensaciones ni el oportunismo político de evitar la reprobación de la ministra hubiesen repuesto lo que bien podemos llamar "razón histórica".
Con este asunto, el BNG pone en valor su representación en el Parlamento español, porque por muy de rebote que se produzcan las causas que lo han motivado, había que estar allí y, además, saber negociarlo. A tan poca distancia de unas elecciones generales hay que ver todo en una perspectiva estratégica porque lo acontecido también sirve para poner en evidencia ese travestismo contradictorio del electorado gallego que orienta su voto, según se trate de convocatorias locales, autonómicas, generales o europeas. Todo suma en beneficio de Galicia y de su ciudadanía si lo inspiran la razón, la justicia, la igualdad y la buena gestión.
Los votantes de Galicia ya sabemos dos cosas importantes para la rentabilidad del voto. Una, bien importante, que sólo una representación nutrida del BNG en el Parlamento español tendrá independencia suficiente para defender lo que específicamente afecta a Galicia. La otra, no menos importante, es que no será por el BNG que no se logre evitar el regreso al poder de la derecha conservadora.
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