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Columna
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Encuestas a medida

A día de hoy, el consejero Font de Mora pasa por ser uno de los hombres más experimentados del Gobierno valenciano. Los años servidos a las órdenes de Eduardo Zaplana y, ahora, de Francisco Camps, le han proporcionado un bagaje político muy estimable. Que este conocimiento haya servido para mejorar la situación de las consejerías por las que ha desfilado, no lo sabría decir. En cambio, es innegable que le ha proporcionado la suficiente desenvoltura para salir airoso de cualquier situación que pueda presentarse, por más adversas que sean las condiciones. Y eso, en política, como el lector sabe, no tiene precio. ¿Recuerdan el contrato que firmó, siendo consejero de Cultura, con la Bienal de São Paulo? ¡Con qué desembarazo nos vendió a los valencianos un asunto ruinoso, sin ningún interés!

Ante las dificultades de toda índole que se acumulan en la Consejería de Educación, Font de Mora tenía dos opciones: enfrentarse a los problemas para buscar una solución, o encargar una encuesta. La primera elección hubiera supuesto para el consejero un trabajo ingente, de resultado inseguro, un trabajo que le hubiera acarreado enfrentamientos de todo tipo e innumerables disgustos. Tengamos en cuenta que el estado de las arcas permite al Gobierno pocos movimientos, más allá del gasto corriente.

El escaso dinero que hay en ellas, se precisa para obras de primera necesidad: circuitos de fórmula uno, reparaciones en el Palau de les Arts, contratos con estrellas de la ópera... Todo aquello, en fin, que habrá de situarnos algún día a los valencianos en primera línea internacional.

Como tratar de resolver los problemas de la educación era imposible, Font de Mora ha optado por encargar una encuesta. Con su elección, el consejero ha demostrado su excelente visión política. En la actualidad, encargar una encuesta viene a ser, poco más o menos, como hacerse un traje a medida. Usted acude al sastre de encuestas que haya elegido y le indica el color y la calidad del paño que prefiere. Este anota las medidas, corta la tela, siguiendo las indicaciones del patrón y, en un plazo más o menos dilatado, recibe usted en casa el sobre con los resultados. Si se trata de un buen sastre, es decir, de un sastre como Dios manda, la encuesta le sentará como anillo al dedo. A la vista de los datos que Font de Mora ha exhibido con profusión los pasados días, no cabe la menor duda que el consejero de Educación ha recurrido a un sastre excelente, de primera categoría.

Como todo en esta vida, también las encuestas de encargo tienen su punto débil que es, en este caso, el contraste. Si se pretende que el efecto del sondeo sea duradero, debe evitarse por todos los medios que los datos que en ellas aparecen puedan contrastarse. De no hacerlo así, allá donde se reflejaba el magnífico estado de la educación en la Comunidad Valenciana, le aparecerán a usted bajas de profesores sin cubrir, colegios que no han sido construidos en diez años, bibliotecas utilizadas como aulas... En fin, todos esos desagradables indicadores que revelan una deficiente administración. Por fortuna, Font de Mora dispone de un magnífico antídoto -Canal 9-, de modo que yo creo que la encuesta está llamada a durar en el tiempo. Incluso, no me extrañaría que, en los próximos meses, apareciesen nuevos sondeos aplaudiendo el excelente trabajo del consejero. Si así fuera, amigo Font de Mora, me permito sugerirle una pregunta, que habrá de tener un indudable impacto: "¿Dónde prefiere que sus hijos reciban clase, en el patio del colegio, expuestos al sol abrasador o en un aula prefabricada crónica?".

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