Gestionando ahorros
Fue muy rápido, rápido y breve. Apenas una hora para explicarse con la urgencia de lo joven. Tersura rítmica, hormigueo en las guitarras, descaro en la voz y una infalible sucesión de canciones tocadas por la inmediatez de un estribillo más que afortunado. La fórmula ha funcionado varias veces en Barcelona, pero en la última, la que tuvo lugar el sábado en la noche, se hubo de ser muy fan, un entregado seguidor, para no tener la sensación de que la cuerda se comienza a acabar. Una vez está bien, dos quizá también, pero a la tercera todo parece tan lineal que sólo nuevos y brillantes hallazgos melódicos pueden salvar una noche.
Y al parecer, no los hay. Una de las canciones estrenadas por el grupo resultó una anodina repetición carente de gracia. Nada nuevo bajo un sol que parece iluminar cosas ya antes explicadas por los mismos Artic Monkeys.
Artic Monkeys
Espacio Movistar
Barcelona, 1 de diciembre.
Su racanería escénica, una hora de concierto, sus pegas para acercarse a ellos, incluida negativa a realizar entrevistas para medios digitales, parecen repetir la historia de aquellos que una vez salidos de la nada se comportan como nuevos ricos. Ése se antoja el caso de Arctic Monkeys.
El concierto, eso sí, resultó vistoso. Un diseño de luces no muy original, pero sí efectivo, cegó en más de una ocasión ojos y cámaras de quienes querían inmortalizar el momento. Luz blanca y roja dominante para realzar la imagen de un grupo que puede dilapidar sus ahorros en el mismo poco tiempo que le costó conseguirlos
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