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Entrevista:OLGA QUIÑONES | Directora de la Unidad de Igualdad de la Universitat | Apuntes

"La obtención de la igualdad tiene que ser un pacto"

Ignacio Zafra

Olga Quiñones (Salinas, Asturias, 1940) está al frente de la Unidad de Igualdad de la Universitat de València, un nuevo organismo integrado en los servicios generales de la institución previsto en la reforma de la Ley Orgánica de Universidades. Lo manda la ley, pero la Universitat ha sido la primera en aprobar su creación, perfilada ya en los estatutos y en el plan estratégico. Nada sorprendente; en sus facultades existe una larga tradición de grupos de mujeres que han exigido mayor presencia y mayor participación, y en ellas se fraguó hace dos décadas el actual Institut d'Estudis de la Dona.

Quiñones, profesora de Sociología y Antropología de la Universitat de València, especializada en sociología de la educación, sociología de género y en estructura y cambio social, fue vicepresidenta del Instituto de la Mujer, en Madrid, y ha ocupado numerosos cargos de gestión académica. El objetivo de la unidad, explica en el ambiente acogedor de una habitación repleta de libros, en su casa, consiste en "conseguir la igualdad efectiva en el ámbito interno de la universidad y en proyectarla a la sociedad". Lo primero, señala, será elaborar un diagnóstico que actualice otros que ya se han realizado. Lo segundo, trazar un plan de igualdad.

Pregunta. ¿De dónde parte la Universitat de València?

Respuesta. La cronología es similar a la del resto de universidades españolas. A partir de los ochenta, hay más chicas que chicos en las aulas. Y hacia finales de la década hay más mujeres que se licencian. Hay lo que llamamos una segregación por carreras. Pero en nuestra universidad, quitando la Ingeniería Informática y quizá Físicas, hay más mujeres en todas partes. En Derecho, Económicas, Matemáticas, Química... La diferencia ciencias-letras no es cierta; se da en las técnicas. Hay más chicas en casi todas las carreras y, además, abandonan menos los estudios y sacan mejores notas.

La incorporación de las mujeres a los estudios universitarios en estos 20 o 30 últimos años es muy notable. Es un periodo en el que no solamente se han incorporado las mujeres, sino que se ha democratizado la universidad, y cuando algo se democratiza, los grupos débiles avanzan. Cuando yo empecé la carrera, en 1958, no llegaba a la universidad ni el 10% de la población ni el 1% de las mujeres.

P. Pero esa nueva realidad no ha alcanzado a las profesoras. Ni menos todavía a las catedráticas. En un estudio publicado el año pasado por su compañera Esther Escolano se señalaba que las mujeres ocupaban en 1995 el 14,7% de las cátedras de la Universitat de València, y en 2001, el 15,3%.

R. La entrada de las mujeres en la universidad no se corresponde con el número de licenciadas y doctoras. Las profesoras se sitúan en poco más del 35% del total y dentro del profesorado encontramos una segmentación. Hay una estructura, una desigualdad, que explica el porqué, si las chicas son más estudiosas sacan mejores notas y sobre todo son más, no avanzan en porcentaje.

Si se mira en orden cronológico, hace 15 o casi 20 años que salen más licenciadas que licenciados. Y en la lógica evolutiva de cómo hemos progresado, que hay quien lo ha calculado, necesitaríamos unos 800 años para llegar a la igualdad.

P. ¿Qué obstáculos hallan las mujeres?

R. Existen muchos aspectos. Por mencionar uno: a pesar de ser una de las profesiones donde teóricamente es posible conciliar horarios, si entras en un proceso de competición, la universidad es meritocrática y reproductora.

El proceso de competición no sólo exige que estudies y que te prepares las clases. Quiere decir que estés disponible para reuniones, para grupos de trabajo, para viajes, para escribir... hacer carrera es eso. Y las mujeres siguen teniendo muchas más responsabilidades domésticas, aunque no sea un término muy apropiado, y familiares que los hombres.

Y después está el sesgo de la reproducción: las mujeres somos unas recién llegadas. Ocupamos un espacio que no nos ha sido propio históricamente. Y los varones tienden a reproducirse. Como norma general, luego hay gloriosas excepciones.

La presencia de las mujeres por sí misma, que es algo no sólo de justicia sino bueno para la sociedad en su conjunto, su incorporación a los estudios y a los títulos, no garantiza una progresión semejante en el ámbito del profesorado y la investigación.

P. ¿Qué hay que hacer entonces?

R. En algunos casos habrá que hacer imposiciones directas. No se puede pensar que la evolución de la universidad pueda hacerse completamente sin ellas. Pero la obtención de la igualdad, al final, tendrá que ser un pacto. Lo mismo que tenemos que modificar la organización del trabajo, tenemos que modificar las relaciones, las personales y las públicas.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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