Condenado a 22 años el hostelero de Vitoria que mató a su suegra
Talegón asestó a la anciana ocho golpes en la cabeza para robarle
La Audiencia Provincial de Álava ha condenado a Ramón Félix Talegón, el empresario hostelero de Vitoria que asesinó a su suegra, Pilar Achaerandio, de 75 años, en agosto de 2006 para robarle el dinero que guardaba en una caja fuerte, a 22 años de cárcel por dos delitos: uno de asesinato, por el que recibe 18 años, y otro de robo con el agravante del abuso de confianza (cuatro años).
El tribunal destaca que el relato exculpatorio del asesino tuvo una "credibilidad nula", hasta el punto de que ninguno de los miembros del jurado, que le declararon culpable por unanimidad el pasado día 19, creyó sus explicaciones.
El fallo es recurrible ante el Tribunal Superior vasco. El juez prohíbe además al condenado aproximarse a menos de 200 metros al viudo e hijos de la víctima y a comunicarse con ellos por cualquier medio durante el tiempo de la condena y cinco años más. La pena incluye el pago de indemnizaciones de 74.417 euros al viudo, 8.268 a dos de sus hijos y 14.468 a la tercera, María Cristina Pérez de Heredia, esposa del condenado, ya que los 6.200 euros robados de la caja fuerte eran suyos.
La sentencia considera probado que Talegón estuvo en el lugar del asesinato, pese a que un testigo "sin credibilidad" le proporcionó una coartada. Resalta que el hallazgo del dinero con restos de sangre oculto en el asador del asesino "le sitúa en la proximidad física a la víctima", aunque él aseguro que lo halló en la escalera.
Talegón reconoció en el juicio que había estado en el inmueble de la víctima, pero sólo lo hizo después de que la policía encontrase el dinero manchado de sangre de la mujer y le mostrase unas grabaciones de cámaras de seguridad que evidenciaban cómo se cambió de ropa en el asador el día del crimen. "Todos estos indicios han convencido a los jurados de que Talegón no sólo llamó a la puerta de su suegra, como él asegura, sino que entró en la vivienda, la mató, se apoderó del dinero de la caja fuerte y tiró la camisa que se había manchado de sangre", concluye la sentencia.
También pesa en su contra la escasa colaboración que prestó a los investigadores, en ocasiones obstruyendo su trabajo para evitar que encontrase determinadas pruebas.
Además de las evidencias sobre la agresión y el robo, el fallo considera demostrado el ánimo de matar, ya que la víctima presentaba ocho golpes en la cabeza "de los que dos eran mortales de necesidad". La víctima no se defendió, y en la casa no había indicios de violencia. Tampoco fue forzada la puerta ni robadas joyas ni otras propiedades de la mujer.
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