El desquite de Jorge López
El ex valencianista aprovecha un errorde Cañizares y da el triunfo al Racing
Jorge López, fino interior que se hizo un nombre en el Villarreal por su excelsa técnica, pasó por el Valencia con más pena que gloria y se marchó el verano pasado como una sombra. Ninguneado. Especialmente, por el entonces entrenador, Quique Flores. Se sintió engañado y se marchó dolido. Dolido en su orgullo de futbolista. Hasta ayer, que dio cumplida cuenta de su venganza. A través de un gol. Un disparo a bote pronto desde la frontal del área que se tragó Cañizares, manos blandas, en una cantada impropia de su trayectoria aunque ya habitual en este accidentado arranque de temporada.
Ronald Koeman se lleva un par de certezas de El Sardinero. Una: a su equipo le faltan dosis enormes de creatividad. Otra: en la portería tiene un serio problema. Si ya no estaba convencido de sus arqueros, ahora lo estará mucho menos. A pesar de que después, tras el encuentro, dijera que no sabía si aquello había sido o no un error. Lo fue. Y de los gordos. No fue el único.
RACING 1 - VALENCIA 0
Racing: Toño; Pinillos, Oriol, Garay, Luis Fernández; Jorge López, Duscher, Colsa, Óscar Serrano (Smolarek, m. 64); Munitis (Jordi López, m. 84) y Tchité (Ayozé, m. 77). No utilizados: Coltorti; Sergio Sánchez, Moratón e Iván Dorado.
Valencia: Cañizares; Miguel, Helguera, Albiol, Caneira; Angulo (Morientes, m. 75), Albelda, Fernandes (Joaquín, m. 68), Vicente (Edu, m. 56); Silva y Villa. No utilizados: Hildebrand; Sunny, Mata y Arizmendi.
Gol: 1-0. M. 69. Jorge López dispara desde fuera del área y el balón se le cuela a Cañizares entre las manos.
Árbitro: Undiano Mallenco. Amonestó a Pinillos, Serrano, Ayozé y Villa.
Unos 18.000 espectadores en el Nuevo Sardinero.
El cuadro de Koeman es un mastodonte que se mueve con una lentitud exasperante
El Valencia es un mastodonte que se mueve con una lentitud exasperante. Y Koeman ya habrá desempolvado su archivo de fichajes para el mercado de invierno. Para vergüenza de la política deportiva del club, incapaz de mejorar la calidad de la plantilla pese a gastarse 50 millones.
El Racing disfrutó del choque soñado. Un chollo para un equipo tan ordenado y defensivo como éste, que suma ocho jornadas sin perder. Gracias a que se mete atrás sin complejos y a que, poco a poco, va saliendo de la cueva a medida que ve la desesperación en los ojos del oponente. Si la Liga española es la más goleadora de Europa no será gracias al Racing, que juega con el cinturón de castidad. También en su propia cancha, sobre todo si quien le visita es uno de los grandes. Le da el balón, el campo, todo, con tal de que no pase de la zona de tres cuartos. Y, bien, le da resultados: es el menos goleado del torneo, con nueve tantos recibidos, aunque seguramente también uno de los más aburridos.
La primera parte fue un tostón en el que el Valencia creía tener el partido controlado cuando, en realidad, eso es lo que quería Marcelino que creyera. El conjunto de Koeman dispuso de una iniciativa intrascendente. El pobre Villa no recibió ni un maldito pase en profundidad que pudiera ser considerado como tal. El mediocentro portugués Manuel Fernandes no da el pego de momento. Es un chico fuerte que puede regatear y pasar con cierta facilidad, pero no quebrar una defensa cerrada con un toque magistral.
Entre otras razones, Koeman había optado por Cañizares porque no le gusta la manía de Hildebrand de despejar cada balón sin atajar ninguno. Y Cañizares salió airoso del primer envite: un mano a mano con Smolarek. Pero se le cayó el mundo encima cuando sus manos se doblaron ante el disparo de Jorge López, centrado, templado y a la altura de la cabeza del portero.
Koeman recurrió a Edu, después de un año de lesión, para tratar de darle algún sentido a la pelota. Y Marcelino pensó en la rapidez del polaco Smolarek, un apellido histórico que triunfa con su selección. Por fin, el árbol se agitó. Sobre todo, para bien del Racing, que hizo acopio de un par de oportunidades. No hay equipo que rentabilice sus goles como el santanderino. Y, salvo una arrancada de Caneira, el Valencia, aun con las prisas, siguió como estaba. Sin fútbol. Sin clase. Sin nada. Mirando al mercado de invierno.
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