"Dudo de que Marx hubiera ganado el Nobel"
Assar Lindbeck (Lulea, Suecia, 1930) es uno de los gurús del Estado de bienestar, un tema sobre el que ha escrito decenas de libros y centenares de artículos. Lindbeck, miembro del comité Nobel durante 25 años, ha aprovechado al máximo, con visitas al Prado y al Thyssen, su estancia en Madrid, invitado por la Fundación Carolina, para dar una lección magistral sobre las perspectivas del modelo social europeo.
Pregunta. En realidad, los Nobel de Economía no son Nobel de verdad. Los creó el Banco Central sueco en 1969. Alfred Nobel no pensó nunca en premiar a economistas, pese a que en su tiempo hubo grandes figuras en esta disciplina.
Respuesta. Sí. Personas muy inteligentes, con grandes dotes de observación, pero en realidad el desarrollo de la economía, su conversión en una herramienta rigurosa, es cosa de la segunda mitad del siglo XX.
"El modelo sueco ayuda mucho a las familias con hijos. Eso favorece la emancipación de las mujeres"
"La picaresca en las bajas por enfermedad y en otros subsidios está destruyendo nuestro Estado de bienestar"
P. ¿Cree usted que Karl Marx hubiera merecido el Nobel?
R. Es una pregunta muy difícil. No sé. Lo dudo. Tuvo intuiciones brillantes. Fue capaz de entender hasta qué punto la innovación tecnológica estaba cambiando de forma drástica la estructura económica. Pero fue ingenuo, porque pensó que, una vez introducidas las innovaciones y cuando la masa de capital se hubiera consolidado, sólo quedaría administrarlo. No vio la necesidad constante de innovación y de inversión.
P. También se equivocó respecto a las contradicciones internas del capitalismo, que sigue vivo y con buena salud.
R. Sí, el capitalismo no ha dejado de extenderse por el mundo. Pero cada vez tiene más problemas. Uno de ellos es la falta de disciplina en los mercados financieros. Muchos actores, en estos mercados, asumen demasiados riesgos, y eso afecta a la economía. Lo hemos visto con la crisis del mercado inmobiliario en Estados Unidos. Una y otra vez, los mercados crean problemas al conjunto de la economía.
P. Entonces, ¿se necesita más regulación?
R. Hay que hacer algo. Creo que sería necesaria una inspección financiera más cualificada para ver los riesgos y poder intervenir a tiempo. Hay mucha gente lista inventando instrumentos financieros cada vez más sofisticados. Lo malo es que no son lo bastante listos como para prevenir sus riesgos.
P. A la gente normal le preocupa más el mantenimiento y desarrollo del Estado de bienestar. Un tema en el que ustedes, los suecos, han sido pioneros, ¿siguen yendo por delante?
R. No. El modelo sueco no es muy diferente del de los países del norte de Europa. España, igual que Grecia y Portugal, está un poco por detrás. En lo único que difiere el sistema sueco es en su generosidad en la protección a las familias con hijos. El permiso de maternidad [remune-rado con la paga total] es de 14 meses, y hay muchas ayudas para padres con niños pequeños. Pero hay países, como Francia, que tienen ayudas parecidas.
P. España ha dado pasos adelante últimamente, pero queda mucho por hacer. Poder cuidar con más tranquilidad a los hijos, supongo que tiene un impacto en esta sociedad.
R. Sí. Es lo que ha propiciado, en las sociedades nórdicas, que la presencia de las mujeres en el mercado laboral llegue casi al 80%. Ha habido otro elemento que lo ha hecho posible, la protección que otorga el Estado a los ancianos. Porque han estado tradicionalmente al cuidado de las mujeres. Es decir, nuestro modelo ha favorecido la emancipación femenina.
P. Todo el mundo se mira en el espejo sueco y considera ese modelo un gran éxito social.
R. Hasta cierto punto. En estos momentos tenemos un problema: la utilización indebida de los subsidios. Fíjese que en tres países europeos que alardean de ofrecer una excelente cobertura sanitaria a sus ciudadanos, Holanda, Noruega y Suecia, se dan los índices más elevados de bajas por enfermedad. La gente está sana, pero pide la baja médica. Hay una picaresca tremenda. En Suecia, la gente falta al trabajo una media de 22 días al año, cuando en Japón la media es sólo de tres. Ambos casos son extremos. Pero no es sólo la baja por enfermedad. En mi país, los padres pueden faltar al trabajo cuando los hijos están enfermos. Lo cual está muy bien. Pero en la práctica, la gente se queda en casa aunque el niño se haya recuperado completamente. Toda esta picaresca está destruyendo el Estado de bienestar. La gente se jubila muy pronto en muchos países europeos, se van a casa con 55 años, o menos; otros se acogen al paro aunque puedan obtener un trabajo. Y la gente lo ve tan normal. Hicimos una encuesta no hace mucho para saber si a los ciudadanos les parecía bien cogerse la baja por enfermedad sin estar enfermos, y el 60% de los encuestados dijo que sí.
P. Lo que significa que el sistema no funciona cuando no hay un compromiso real de la gente por defenderlo. Un compromiso que existía al principio.
R. Sabemos por qué ocurre esto. Cuando se creó el Estado de bienestar, después de la II Guerra Mundial, la gente estaba acostumbrada a trabajar para mantenerse. Sólo se recurría a las ayudas en caso de necesidad, porque las leyes sociales así lo dictaban. Con el tiempo, esas leyes se han ido relajando. La gente ha empezado a ver bien el vivir de los subsidios. Y de ahí han pasado a engañar al Estado de bienestar. Es lo que ha ocurrido en los últimos 10 o 15 años en Suecia.
P. ¿Por qué cree usted que ocurre? ¿Tiene algo que ver en esto la inmigración?
R. No tiene nada que ver, en absoluto. Lo que ocurre es que los subsidios son muy altos en relación con los salarios. En muchos casos, la diferencia entre cobrar el desempleo y cobrar el sueldo es sólo del 10%. A veces, no hay diferencia alguna.
P. Entonces, ¿qué se puede hacer?
R. Hay soluciones. Una es reducir los subsidios; otra, aumentar los controles. Pero eso es bastante difícil, porque la mayoría de los enfermos tienen síntomas que ningún médico puede comprobar. El 60% de las bajas son por dolores de espalda y por depresión. Una solución que están utilizando británicos y estadounidenses es pagar subsidios al que trabaja, es decir, incentivar al que trabaja.
P. ¿Y la gente que realmente lo necesita?
R. Ya. Algo hay que hacer, porque estamos en una situación verdaderamente crítica. En Suecia hemos hecho estudios y hay zonas en las que la gente falta a trabajar una media de tres días al año, y otras zonas, con los mismos niveles de atención sanitaria, en los que faltan una media de 54 días. Sin que haya ninguna diferencia en salud de la gente.
P. Suecia optó por quedarse fuera del euro. ¿Qué tal le ha ido?
R. Tarde o temprano entraremos en la UME, pero no me parece catastrófico estar fuera. Seremos admitidos en cuanto queramos. El mayor problema es que nuestras exportaciones no han aumentado tanto como la media europea en los últimos cinco años, pero las exportaciones son el 40% del PIB.
P. A los 77 años sigue usted siendo profesor en la Universidad de Estocolmo. ¿Qué opina de la jubilación a los 65 años?
R. Me parece una locura. La esperanza de vida ha aumentado muchísimo. Y la gente joven, al menos en Suecia, no se incorpora al mercado laboral a los 16 años como antes. Ahora, los estudiantes no trabajan hasta los 27. La vida productiva es demasiado corta y eso resulta carísimo. Además, como yo digo, se necesita llegar a los 75 para empezar a entender algo. -
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